XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Amnesia transitoria

Laura Mena, 16 años

Colegio Valdefuentes (Madrid)

Vagaba por las calles sin un destino, sin comprender qué le estaba ocurriendo. Hacia horas que no paraba de llover, pero parecía no darse cuenta, como si en su cabeza solo hubiera sitio para una cosa: huir. 

Se encontró frente a una casa de piedra. Aporreó la puerta. Al principio no hubo repuesta, pero pasado un rato la luz se encendió en el zaguán de la vivienda. Una mujer que no parecía estar de muy buen humor debido a las altas horas de la noche, le abrió la puerta.

-¿Qué quieres?

No hubo repuesta, pero la mujer reconoció a la persona que se encontraba junto al vano.

-Pero ¿qué haces aquí?

Le permitió la entrada. 

Un escalofrío recorrió la espalda de la visita apenas entró en el zaguán. La mujer le preguntó si tenía frío, ya que se encontraban en pleno mes de diciembre, o si existía algo en aquel lugar que le evocara algo malo en su memoria.

-¿Por qué has venido? El señor se enfadará si se entera 

-No lo sé -contestó mientras le asomaban unas lágrimas repentinas.

La mujer le condujo de mala gana hasta una de las habitaciones de la planta superior. Abrió la cerradura con una llave.

-Mañana vendré a por ti; intenta descansar.

Descansar era lo único que deseaba, pero las imágenes aparecían en su cabeza como piezas de un puzle que no era capaz de resolver. Se pasó la noche intentando rescatar la identidad de aquella mujer que le había acogido.

Un fuerte ruido rompió el silencio que reinaba en la casa. Era de día y los rayos del sol entraban por la ventana de la habitación. Se hicieron visibles los muebles, antiguos y bien conservados.

Abrió la puerta sigilosamente y salió a un largo corredor flanqueado por otras puertas. Creyó que no tendría tiempo de entrar en todos los cuartos, por lo que decidió abrir la puerta de su derecha. Estaba cerrada. En ese momento se percató de un retrato colgado al fondo del pasillo. 

Un montón de imágenes desordenadas comenzaron a inundar su memoria. Conocía al hombre del retrato. Era el dueño de la casa en la que se encontraba.  La mañana anterior había intentado venderle una serie de baratijas para, así, pagarse la estancia en un hostal de la zona, pero él rehusó. ¿Pero qué había pasado después?... ¿Por qué no lo recordaba? 

La mujer se sorprendió al encontrarse con la visita en medio del pasillo. La agarró del brazo.

-El señor esta desayunando, así que no hagas ruido. Es hora de que te largues.

Bajaron por la escalera hasta el zaguán. Allí despidió al visitante, que de nuevo comenzó a vagar por las calles de Madrid. No sabía dónde estaban sus cosas y no tenía a dónde ir.

Un cochero frenó de golpe el coche de caballos. A punto había estado de atropellarle. Fue en ese momento cuando el rompecabezas comenzó a hacerse visible: la tarde anterior, tras salir corriendo de un puesto en el que acababa de robar algo de comida, dos carros estuvieron a punto de quitarle la vida. Uno de ellos había volcado, mientras el otro consiguió gobernarse sin causarle heridas tras el impacto. Fue entonces cuando, asustado, echó a correr hasta que acabó en la casa de aquel hombre.

Había sido un episodio de amnesia transitoria. Si alguien se lo hubiera dicho, se habría ahorrado la sensación de confusión. Pero por aquel entonces apenas se tenían conocimientos de los caprichos de la mente.