VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Apariencias engañosas

Merche García Sánchez, 13 años

                 Colegio Alborada (Madrid)  

Paula vivía en un apartamento de alquiler junto a su madre, Alicia. Su padre las abandonó cuando ella solo tenía dos años y Alicia tuvo que sacar fuerzas para criarla. Cinco años después el casero las echó de casa. Ahora, al cumplir los quince, se daba cuenta de que su barrio no era el más seguro ni el más agradable de la ciudad.

-Al menos, tenemos un techo bajo el que dormir -se consolaba.

Un día llegó del colegio con lágrimas en los ojos: sus compañeras se metían con ella por su ropa, porque su mochila no era de marca y eses tipo de cosas que tanto valor tienen para algunos adolescentes. Aquellas chicas, creía Paula, no conocían su situación, ni todo lo que tuvo que pasar durante su infancia, como una noche que ella y su madre tuvieron que dormir entre cartones.

Llamó a su madre, pero no estaba en casa. Se secó las lágrimas de camino a la cocina. Tenía hambre, y pretendía merendar un yogur. Sobre la puerta de la nevera descubrió una nota que decía:

“Querida Paula, he salido a pedir, porque como habrás comprobado no nos queda nada en la nevera. Te quiere: Mamá”.

Decidió no comerse aquel yogur. Su madre lo necesitaría más que ella.

Cuando Alicia llegó, tenía una tos seca y fuerte. Miró a su hija con ojos lastimeros, se acercó a ella y le dio un beso en la frente:

-No te preocupes por mí. Estoy bien (volvió a toser) me voy a dormir. Buenas noches.

Pasaron los días. Su madre cada vez estaba peor; la tos había aumentado hasta el punto de no dejarla dormir. Paula, preocupada, llamó al doctor Heinz, que había llegado de Alemania para establecer una consulta en el bloque de enfrente.

Llamó al timbre, subió a la consulta y le comentó lo que le sucedía a su madre. Él la miró por encima de sus redondas gafas:

-Vamos a echarle un vistazo -dijo.

Cuando Paula abrió la puerta del apartamento, encontró a su madre tendida en el suelo. Al ir a socorrerla, notó que estaba ardiendo. El doctor la examinó.

En unas semanas, el doctor Heinz les anunció que la única solución para Ángela era una operación. Y pronto, porque en esas condiciones no duraría más de un mes. La intervención era muy cara. No tenían dinero suficiente, pero Paula estaba dispuesta a hacer lo que fuese con tal de salvarla.

Marta era una de las compañeras del colegio que peor la trataba. Fue una sorpresa cuando le vieron hablar con Paula. Fue en el recreo de media mañana. Paula lloraba en un banco, debajo de un árbol. Marta se acercó a ella.

-Hola. -Hubo un silencio entre las dos-. Sé que te he tratado mal. Perdóname.

Paula la miró fijamente y volvió a llorar. Entre hipidos le contó lo que les sucedía. También la perdonó.

Cuando Marta llegó a su casa, les pidió dinero a sus padres para ayudar a su nueva amiga. Su padre, al enterarse de quien se trataba, decidió no ofrecerle ni un céntimo.

-No te acerques más a esa chica -le advirtió-. Es una mala influencia para ti.

-¿Por qué?

-Son de clase baja. Vagos y maleantes.

-Lo que dices es injusto. ¡Tú no la conoces! No puedes juzgarla. Además, quiero que sepas que es mejor persona que tú.

Marta dio un portazo tras de sí. Sabía dónde su padre escondía dinero, pero al ir a cogerlo comprendió que él se le había adelantado: no había un solo billete. Se sentó en las escaleras de entrada a su casa. Llegó Jorge, el chófer de la familia. Marta le explicó lo que sucedía. Jorge, tras sacar del bolsillo un monedero viejo y descosido, le dijo:

-Toma, es mi paga del mes más las propinas. Dásela a tu amiga. Ellas lo necesitan más que yo.

Marta no salía de su asombro. Sabía que Jorge necesitaba aquel dinero, pues también sufría un problema de salud.

-¿Puedo ir a visitarlas contigo? -le preguntó el chófer.

Jorge se encontró con Alicia. Estaba en la cama, muy enferma.

-¿Alicia?... -la llamó por su nombre:

-Jorge… ¿Pero, que haces tú aquí? -se sobresaltó.

-Tranquila, te lo explicaré... Cuando me marché no os abandoné porque no os quisiera, sino porque descubrí que tenía cáncer y sabía que tu sola no podrías hacerte cargo de todo. Mientras recibía un tratamiento detrás de otro, busqué distintos trabajos con los que fui reuniendo mis ahorros, que os voy a entregar. De hecho, los médicos me han confirmado que mi mal ya no tiene solución. Tú, sin embargo, puedes seguir con la lucha. Así que, por favor, acéptalo.

Paula descubrió que aquel hombre era su padre y que las abandonó para que no sufrieran, ahora lo entendía todo, todo encajaba.

Cuando Alicia sanó, estuvieron viviendo los tres juntos en el apartamento. Por primera vez, eran una familia feliz.

Meses después, Jorge murió. A Paula y a Alicia les quedó siempre el recuerdo amable de su padre y marido.

“A veces las cosas no son lo que parecen. Hasta el peor suceso puede tener una explicación. De hecho, las apariencias solo son una máscara que ocultan lo mejor de las personas”, escribió Paula en su diario.