XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Bajo la lluvia

Patricia Hernández de Mariano, 15 años

Colegio Valdefuentes

El olor a pasto mojado y agua estancada inundó sus fosas nasales, mientras la lluvia le calaba los zapatos. Aquello le resultaba tranquilizador, como si de alguna forma el agua ahogase todos sus problemas. Así que mientras se encendía su quinto cigarro, decidió contemplar el paisaje.

–Este caso nos llevará horas, Ana. Si quieres, puedes irte a casa hasta que se apacigüe la lluvia.

Suspiró. Estaba acostumbrada a que le tratase como a una niña, cuidándola como el padre que nunca tuvo.

–Sabes que no lo haré, Koldo. No insistas –replicó.

–Siempre tan cabezota… Es imposible discutir contigo –dijo con cierto tono burlesco.

La mujer se acercó a la escena del crimen y decidió preguntar a su compañero, que parecía aturdido:

–Koldo... –. Le dio un toque en el hombro.

El policía se sobresaltó.

–Discúlpame… Estaba inmerso en mis pensamientos. Este caso es espeluznante. 

Ana no pudo evitar ladear una sonrisa.

–Mi hombre vasco, ¡qué valiente es! –dijo con humor–. Cuéntame cómo ha sido; estoy muy interesada.

–Esta mañana nos han llamado dos guardas forestales para comunicarnos que habían encontrado un cuerpo en lo alto de la montaña. Por lo visto, estaban buscando a un hombre que desapareció ayer por la noche. Hasta hace un rato parecía que teníamos todo relativamente controlado, hasta que nos han puesto la grabación de la última llamada que hizo a su mujer…

Aquella grabación, que duraba unos dos minutos, recogía los gritos de la víctima, a la que parecía que le persiguiera el mismísimo diablo. Su esposa, mientras tanto, le preguntaba con desesperación quién le estaba atacando, pero lo único que hacía su marido era pedir auxilio con todas sus fuerzas, hasta que, de pronto, todo quedaba en silencio. Se escuchaba entonces una inquietante respiración al otro lado de la línea. La grabación finalizaba con una voz grave y ahogada, que decía: <<Para>>, justo antes de que el mensaje concluyese.

–Parece sacado de una película de terror –comentó Ana mientras le bajaba un escalofrío por la espalda.

Lo que más le inquietó fue distinguir que el cuerpo que se encontraba a escasa distancia de ella, entre los arbustos, no era el de un varón.

–Pero, Koldo… Ese cadáver no es el de un hombre.

–No lo es. De hecho, se trata de su esposa, la misma que denunció su desaparición la noche pasada. Y lo más extraño ha sido encontrar el móvil del marido en manos de la víctima . 

–¿Cómo es posible que tuviese el teléfono de su marido si, además, había hablado con él la noche anterior y ella misma había denunciado su desaparición? 

Pensó que aquel caso iba a ser el causante de su insomnio durante las próximas semanas.

Cuando se disponía a preguntar de nuevo, sonó una vibración en la bolsa de pruebas que les dejó sin palabras.

Sin pensárselo dos veces, su compañero cogió el teléfono para responder a la llamada. 

Una voz grave contestó al otro lado de la línea:

<<Escuche>>, fue su primera palabra. <<Quise avisarle, quise avisaros. Olvidaros de mí>> insistió, <<porque si no lo haces serás el siguiente. Estoy harto de no ser escuchado>>.

Colgó y entre los agentes se hizo un pesado silencio.  

Félix, que hasta entonces había permanecido en el interior de su coche, se aproximó a la escena del crimen. Era uno de los mejores profesionales de la policía científica. Su expresión desconcertó a Ana, pues parecía que estaba… ¿asustado?

Tras pedir a la policía local y a los guardas forestales que le dejaran solo, tecleó un número en su teléfono.

-Vidar, nos hemos dejado un cabo suelto. A pesar de que Vali se deshizo del topo, tuvo que matar a su mujer porque ella no hizo caso a sus amenazas. Y esto es un problema para nosotros; no estaba dentro del plan. Nuestra situación, digamos, ha empeorado.

Félix había utilizado una serie de nombres del olimpo vikingo como claves durante aquella conversación. Las manos le sudaban de manera llamativa aunque en la cima hacía frío.

-Balder -le respondió su interlocutor-, deshazte de las pruebas. ¿No te das cuenta de que la lluvia se está llevando la mayor parte de los rastros de sangre? Tienes la posibilidad de que parezca un suicidio. Si las cosas empeoran, te esperaremos en Helsinki.

El agente de la científica se estremeció. Lo que le acababa de exigir el jefe de su secta conllevaba asesinar a Ana, el amor de su vida. Era consciente de que si no lo hacía, ella terminaría por encontrar alguna conexión, de que les descubriría.

Félix cargó su pistola, retornó a la carretera, entró en su coche y avanzó montaña abajo, dispuesto a cumplir lo que Vidar le había ordenado. Llevaba el corazón roto.