XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

Bendita inocencia

María Torregrosa, 16 años

                Colegio Altozano (Alicante)  

—¡Es magia!... ¡Habéis conseguido que salga naranja!

Estas fueron las palabras de asombro e incredulidad de Ainoa, una niña de cinco años a quien mi amiga y yo ayudábamos a pintar, en la sala de un hospital, una zanahoria mezclando el rojo con el amarillo de las acuarelas para obtener el color naranja, lo que por nuestra parte no parece un descubrimiento. No así para esta niña de cara sonriente, para quien acababa de suceder un milagro que no era el que nosotras deseábamos, su curación, sino la obtención de un mero color con el que rellenar una verdura.

Después de cubrir con irregulares pinceladas la zanahoria del conejo, Ainoa nos dijo:

—Isa, María, ¿os puedo hacer una pregunta?

Mi amiga y yo le respondimos con cierta expresión de duda:

—Por supuesto.

—¡Pero me tenéis que prometer que me vais a decir la verdad!

—Tienes nuestra palabra —respondimos al unísono.

—¿Qué truco habéis utilizado para que salga naranja?

—Ninguno —me reí—. Simplemente hemos mezclado un poquito de rojo con amarillo.

—Cuando se lo cuente en el cole a mis amigas no se lo van a creer.

No éramos las únicas que estaban en la sala cuando sucedió esta anécdota. También estaba Lucía, la profesora de deporte que nos llevó al hospital, quien exclamó:

—¡Bendita inocencia!

Ainoa miraba el mundo de forma distinta. Lo que a nuestros ojos era un asunto sin importancia, ella lo convertía en un hallazgo. Tal vez aquello le ayudaba a no preocuparse por la delicada operación que había sufrido, o por el duro tratamiento que le esperaba. Toda ella estaba centrada en el hallazgo del asombroso color naranja.