IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Besos

Beatriz Fdez Moya, 15 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

Muchas noches escucho a mi papá llorar. Entonces enciendo la luz de mi lamparita rosa, pego un salto de la cama -porque aunque ya tengo cinco años y soy mayor, no me llegan los pies al suelo- y corro a su cuarto para ver qué le pasa. Pero cuando llego papá ya no tiene lágrimas y parece que duerme profundamente. Yo creo que llora porque mamá cada día tiene la barriguita mas gorda y él no quiere que yo tenga una mama gorda.

Mi mamá cada día esta más contenta con su barriguita gorda. La acaricia muchas veces y le canta las canciones que me cantaba a mí cuando era más pequeña. A veces mamá se pasa el día acostada porque le duele mucho. La tripa de mamá me da un poco de miedo porque algunas veces, cuando ella me tiene en brazos, me da golpes. Yo creo que es porque quiere que mamá la cuide a ella sola. Papá de día siempre nos, pero a veces me doy cuenta de que está triste.

El lunes papá me despertó de repente en medio de la noche, me puso el abrigo rojo encima del pijama, metió algo de ropa en mi maleta y me llevó a casa de la abuela. La abuela se puso muy feliz de que me quedara a dormir con ella. Papá me dio un beso muy fuerte y se volvió a meter en el coche. Mamá no se bajó. Tenía muy mala cara, parecía que la tripa iba a explotarle de tan gorda como la tenía. Me lanzó dos besos que yo agarré muy fuerte y los puse luego debajo de la almohada para no sentirme sola.

Al día siguiente no vi a mis papás, pero como me lo paso muy bien con la abuela no los eché ni un poquito de menos.

El miércoles por la tarde papá vino a recogerme. Tenía los ojos muy rojos y la cara empapada de lágrimas. Se abrazó muy fuerte a la abuela sin dejar de llorar. Ésta le acariciaba el pelo y le decía que saldríamos adelante. Entonces me acerqué al coche para saludar a mamá. Pero mamá no estaba. En su sitio había un capazo con un bebe un poco feo y arrugado, profundamente dormido. La abuela se puso detrás de mí y miró al bebe a través de la ventanilla del coche.

-¿Quién es, abuela?

-Es tu nuevo hermanito -me dijo, acariciándome la cabeza- y tienes que cuidarlo mucho.

-Y mamá, ¿no lo va a cuidar ella?

-Mamá se ha ido al cielo porque estaba malita y os va a cuidar a los dos desde allí.

¡Cómo era mi mamá! Se ponía malita, le crecía la panza, hacia que mi papá llorara por ella y ahora me dejaba un bebé feo para que lo cuidara.

-Papá, ¿sabes que mama se ha ido al cielo y me ha dejado un bebé para que lo cuide?

Papá me cogió en brazos y empezó a llorar otra vez más fuerte.

-Papá no llores, que el hermano no es tan feo-le consolé.

Entonces me acorde: ¡los besos! Entré en mi habitación y mire debajo de la almohada. Todavía seguían allí: no se habían gastado. Los cogí con las dos manos, porque eran muy grandes y en una no me cabían, y se los entregué a papá. Al principio no comprendió lo que yo le estaba dando y se lo tuve que explicar.

-Papá, son dos besos que mamá me lanzó desde el coche. Te los regalo para que no te sientas tan solo.

Mi papá me abrazó más fuerte aún y me susurró, flojito al oído para que solo lo escuchara yo:

-Gracias cariño, ya me siento mucho mejor.