XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Caballeros andantes

Beatriz Jiménez de Santiago, 16 años

                 Colegio Senara (Madrid)  

-Sigue respirando, por favor. No me dejes.

Fran entreabrió los ojos costosamente y la miró a través de los dañinos resplandores de las farolas de una calle desierta.

-Me encantan tus ojos color caramelo, llenos de seguridad y vida… De ellos me enamoré y sigo enamorado… ¿Sabes una cosa? –tosió-. Desde el momento que te vi –hizo una nueva pausa; los pulmones sufrían al coger aire en cada palabra - y te pedí tu número para llamarte, te quise en mi vida.

Natalia sonrió, secándose las lágrimas con la manga del jersey. Con la otra sostenía el móvil y marcaba, de manera alarmante y repetida, el número de emergencias, que estaba saturado. En la calle donde se hallaban, fallaba la cobertura. Le habló para que no perdiera la conciencia.

-Me pediste mi número y te dije que no se lo daría a un extraño -. Le tomó una mano y se la apretó hasta sentir la levedad de su pulso.

-Sí... Y me presenté, para dejar de ser un extraño… Después pusiste esa mueca que haces cuando no quieres que los demás vean cómo te ríes. Y te fuiste... Me costó mucho conseguir tu número -la miró de hito en hito-, por no hablar de lo que me costó conseguir una cita.

Natalia contuvo las lágrimas. No quería seguir llorando, sino transmitirle esperanza. Siguió marcando el número de emergencias…

-Si no me hubieses dado tu número, habría muerto solo.

Ella lo miró, aterrada. No. No iba a dejarle morir... Enseguida le cogerían el teléfono.

-No vas a morir –le advirtió, observando a hurtadillas la profunda herida causada por el golpe. Sabía que iba a tener que tragarse sus palabras.

-Y tú vas a encontrar a alguien mejor que un caballero andante que muere por un accidente de moto… Y serás feliz... ¿Me lo prometes?

-No digas estupideces.

-Prométemelo –dijo, faltándole el aliento.

Natalia marcó de nuevo el número de emergencias. Esta vez, escuchó una voz al otro lado de la línea.

-¿Hola?... Necesito ayuda... La moto... Se chocó... La nieve... El freno, se le ha clavado... Por favor... –se le atropellaban las palabras.

Fran había dejado de respirar.

Natalia se derrumbó entre un mar de sollozos.

***

-¡Corten! Magnífica toma. Buen trabajo chicos.