XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Café solo 

Glòria Pujol, 15 años 

Colegio La Vall (Barcelona) 

A las nueve y media en el bar de San Ramón el café tenía un sabor distinto. Livi lo encontró un tanto amargo, con falta de azúcar. Un día cualquiera la muchacha se habría levantado, hubiera ido a la barra y hubiese pedido, sin ningún tipo de educación, que le sirvieran otro. La dependienta se hubiera medio enfadado por las formas de Livi y ambas habrían acabado tirándose magdalenas.

Pero no era un día cualquiera, no. A Livi no le apetecía hacer nada, pensar en nada ni hablar con nadie. Solo quería tomarse un café que no fuera solo, que fuese con leche, con agua, con espuma, con azúcar, con crema… le daba igual con tal de que no fuera solo. Pero la dependienta le había confundido con otro cliente; así fue cómo el café solo acabó ante sus narices. Pero no se atrevió a protestar. 

Pensó en el café y en las crudas palabras que le había dicho a su madre la tarde anterior, cuando juntas se sentaron a tomar otro café solo, momento que deseaba que nunca hubiera pasado, para que todo hubiese vuelto a la normalidad. Palabras que habían quedado en un rincón de su cabeza y que siempre que bebiera un café solo saldrían a la luz para atormentarla.

Esa mañana, al levantarse, Livi tuvo un mal presentimiento. Era una mujer de presentimientos; presentía lo malo y lo bueno, y casi nunca se equivocaba. Se despertó, se puso lo primero que encontró y se acercó al bar, donde se encontraba temerosa ante lo que podría pasar.

Miró su rostro reflejado en el café y se compadeció de sí misma. No podía seguir así, pues no acabaría bien. Solo quería vivir. <<Ojalá todos mis problemas fueran estos>>, pensó antes de reírse de sí misma.

Después de haber reflexionado con su mente de escritora, se levantó y, sin mirar a nadie, se fue del bar. Quizá la dependienta se hubiera dado cuenta del error de servirle ese café: 

<<¡Demasiado tarde!>>, debió pensar al ver que ya no estaba, pero Livi se aseguró de que había ocurrido en el momento justo. 

El camino de ida al trabajo fue distinto al habitual, pues Livi seguía con sus reflexiones y, tras un largo rato de camino, llegó a una conclusión: el recuerdo que tanto le atormentaba, las palabras incisivas de su madre, esas cinco palabras (<<no has nacido de mí>>), ese certificado de adopción que analizó la tarde anterior, no volvería a ser una carga. 

Su último pensamiento antes de entrar en la oficina, fue que al día siguiente pediría un café cortado con doble ración de azúcar, caramelo, espuma y crema.