IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Camino a la vida

Sofía Brotóns Arnau, 15 años

                 Colegio CEU Jesús – María (Alicante)  

Luz, tonos vivos, puede sentirse el palpitar del corazón, la sangre corre… En un lugar recóndito del organismo se está formando un pequeño embrión tan pequeño como un trozo de uña. En su interior hay una pequeñísima fracción de vida que fluye como la tuya y la mía.

Poco antes, un óvulo corría por el misterio y la oscuridad. Mientras tanto, miles de espermatozoides provenientes de otro organismo indagan de forma aventurera. Por fin acaba la espera. Intentan adentrarse en el óvulo. Muchos, los más débiles, mueren en el intento. Uno. Uno solo consigue entrar, triunfante. La vida se funde para dar lugar a un nuevo ser que multiplica el número de sus células constantemente. Poco a poco va tomando formas extrañas. Ha comenzado un nuevo viaje, no muy largo. Cuando por fin llega a su destino, se acomoda. Sabe que debe asentarse por largo tiempo.

En el interior del útero se van produciendo numerosos cambios que avisan al organismo de que algo misterioso sucede en su interior. Con el tiempo se van formado capas que protegen con celo esa diminuta vida. El tiempo transcurre... Luz, tonos vivos, puede sentirse el palpitar del corazón… Ahora se escucha el redoble de dos corazones. Es un milagro: la vida crece en el interior de vida. Todo es inexplicablemente perfecto.

Se forma el cordón umbilical: el pequeño ser necesita nutriste, crecer.

Poco a poco se van formando sus órganos. El embrión ya tiene párpados y una definición sexual definitiva. En nueve semanas su rostro está formado por completo. Ha tomado el aspecto de un bebé, de un ser humano que ansía vivir. Puede moverse arriba y abajo, en el exterior sienten sus golpes, pero el espacio de sus juegos se va reduciendo.

A los cinco meses el feto no sabe, no conoce, pero siente la necesidad de prepararse para abandonar ese minúsculo espacio de protección. Silencio. Ha sentido el pinchazo de un objeto extraño. Ya tiene extremidades, pero no lo suficientemente fuertes como para defenderse con ellas. Siente que los nutrientes ya no le llegan, que se le acaba el oxígeno. Muere.