XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Canciones 

Pati Orellana, 16 años 

Colegio Canigó (Barcelona) 

Hay canciones grises, melodías oscuras, versos rotos por una experiencia dolorosa, letras que juegan sobre los acordes con temor o cansancio.

Luna había pasado la noche en vela, intentando escribir una canción, pero no había conseguido ni siquiera emborronar el papel en blanco con su pluma. Por la mañana debía entregar un nuevo tema a su productor, con el que estaba perfilando un disco. Quedaban pocas horas para su encuentro y aún no había escrito un solo acorde.

La música era fundamental en su vida. Le ayudaba a crear, a disfrutar, a vivir. Pero aquella noche no había conseguido rasguear ni unos acordes básicos ni un rock’n’roll propio de chiquillos. Sentía miedo e incertidumbre. Nunca le había pasado algo así y estaba asustada. Necesitaba un impulso que la transportase al mundo paralelo de la creación artística, un antídoto que solucionase su sequedad interior.

Siguió encerrada en su estudio, entre pensativa y frustrada. Por la ventana vio el sol del amanecer, que se asomaba tímidamente. La gran bola de fuego se reflejaba sobre el mar de mayo a medida que ascendía, valiente y poderoso. Aquel paisaje parecía un cuadro viviente. Luna contempló el florecimiento del día y se dio cuenta de que no podía desaprovechar la ocasión que le brindaba la Naturaleza. Había llegado el momento.

Agarró la estilográfica y empezó a garabatear, alternando tiempos con su libreta, con la guitarra y con el piano. Los ruiseñores se sumaron a aquellos pasajes dubitativos de su música, al compás del teclado y de su voz. 

Esa nueva canción iba a difundir por el mundo un mensaje que siempre había querido transmitir. Retrataría el sentido del amor y la sinceridad. Se levantó de la silla y, sin siquiera releer su nueva composición, salió de casa con seguridad para entregársela a su productor.