IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Carta

Marta Fontboté, 15 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)  

Querida mamá:

Te respondo por carta. Me resulta más fácil escribirte a mano que por ordenador. Pienso que es más personal y se hace más cercano. Sí, te copio descaradamente; lo que tú decías lo digo yo ahora.

Celebramos el cumpleaños de Guille por todo lo alto. Sé que sólo tiene seis años, pero se lo merece. Deberías haber visto su cara: reflejaba mucha ilusión y alegría. Era la primera vez que alguna emoción se le notaba tanto y lloré como una boba, igual que tu yerno Javier –aunque si se lo preguntas, lo negará con energía-.

El otro día fuimos por primera vez a una asociación de padres de niños autistas. Nos agruparon y cada matrimonio habló de su hijo. No sé bien cómo hacértelo entender, mamá, pero vi muy claro que Javier y yo tenemos mucha suerte. Había muchas parejas con niños bastante peor que Guille. Lo que más admiré fue la serenidad y alegría con que lo afrontan. Eso fue lo que más nos ayudó, más incluso que todos los libros que habíamos leído, más incluso que vuestra comprensión, la comprensión de la familia que, no te ofendas, mamá, intentaba echarnos una mano pero sin entendernos. En la asociación pudimos desahogarnos. Es un alivio hablar con personas que viven tu misma situación, que comprenden la relevancia del balbuceo de tu hijo, que aunque no signifique nada nos anima a continuar luchando. Javier y yo esperamos con ganas la próxima reunión.

Hemos descubierto que a Guille le gusta el color azul. Estamos pensando decorar su habitación de este color. Así, según la psiquiatra, se sentirá más cómodo y se relacionará más. Así que fuimos todos a la tienda de pinturas. María, Cris, Lucas, Carlos, Guille, Javier y yo. Las chicas, con la seguridad de sus diez y nueve años, le explicaban a Guille qué tono combinaba y qué tono no lo hacía. Los gemelos sonreían con la inocencia típica de los niños de dos años. Guille disfrutaba al ver que todos habíamos ido a elegir un color para su habitación, le encanta que todos estemos pendientes de él.

La psiquiatra nos ha traído un juego para Guille. Se compone de muchas piezas de distintos colores y letras, para que formes una palabra y él te conteste con otra. Al principio palabras sin sentido, que ni siquiera existen. Después, cuando sepa leer y escribir, este sistema nos ayudará a mejorar la comunicación con él. La doctora cree que Guille puede tardar algunos años más (dos o tres) en hablar, por su tipo de autismo, pero que no por eso debemos dejar de intentarlo. De momento balbucea, imitando el sonido que hacen los bebés.

Le hemos apuntado a una escuela especial, sólo por las mañanas, que es cuando yo trabajo, así no se pasa todo el día en casa. De momento parece que le gusta.

A veces me da la sensación de que su enfermedad es demasiado para mí y que no conseguiremos nada, que todo es inútil. Entonces me siento, respiro hondo y me acuerdo de aquello que me decías cuando yo no quería hacer algo: “Sólo se rinden los débiles”, y esto me da fuerzas para continuar.

Cuando la gente se entera de del autismo de Guille, muchos nos compadecen. Al principio me daba rabia, porque odio inspirar compasión. Después, poco a poco, me fui dando cuenta que eran ellos los que me daban lástima a mí. Lástima porque Guille es un regalo. Somos especiales y ellos no se dan cuenta. Lástima, porque no pueden ver lo mucho que nuestro hijo nos ha hecho crecer. Desde que llegó, todos hemos cambiado mucho. Confieso que al principio nos costó mucho adaptarnos, pero ahora... No lo cambiaría por nada del mundo.

Bueno, mamá, tengo que acabar. ¡A ver cuándo vienes!

Besos de Javier y de los niños. Te quiere, tu hija

Marta