IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Como cada mañana

Ignacio Maíz, 14 años

                  Colegio El Prado (Madrid)  

Como cada mañana, Matthew Earwing se despertó a las cinco en punto. Salió a correr, pues era un hombre sano, de buena constitución física. A las seis y media entró en el despacho de su apartamento en la planta cuarenta y siete, encendió su iMac y empezó a trabajar en su inacabado proyecto. Llevaba mucho tiempo preparándolo, pero sabía que su aceptación sería difícil. Por supuesto, era de alto secreto.

Guardó los cambios en el pendrive que siempre llevaba con él. Era la forma más eficaz de mantenerlo a salvo. ¿Quién sospecharía de un trabajador aparentemente común? Esa minúscula pieza de plástico —pensó Matthew— podía valer billones de dólares. Después de los cinco minutos de encriptación informática, sólo unos pocos sabían acerca de su proyecto. Esos pocos eran el creador del programa de encriptación y dos conocidos hackers.

Salió de casa y se sumergió en el barullo de Dade Boulevard. Paró el primer taxi y le dio una dirección. Allí era donde tenía que trabajar hoy (cada día lo hacía en un sitio distinto, por seguridad). Al entrar en el edificio de oficinas vio a unos hombres vestidos de esmoquin que se le acercaban.

-¿Señor Earwing? Por favor, acompáñenos.

Le cogieron de ambos brazos y lo llevaron hasta las escaleras de bajada al parking. Entraron y se dirigieron hacia un ascensor oculto detrás de una columna. Matthew miró su reloj de pulsera: eran las 8:02. Llamaron al ascensor y el hombre que le había hablado antes le dijo:

-El ascensor le dejará en frente de su puesto de trabajo.

Las puertas se abrieron. Matthew entró y el hombre sacó una tarjeta y la introdujo en el lector. Las puertas se cerraron. Las campanillas que señalaban el paso de los pisos sonaban repetidamente. Buscó en su chaqueta el pendrive. ¡Había desaparecido!. Era el único lugar en el que estaba guardado su proyecto. De repente, el ascensor se detuvo.

***

Llegó el momento de actuar. Las órdenes eran claras:

“Delta2, corta el cable a las 8:04 AM. No dejes pistas.”

El objetivo era Matthew Earwing: atlético, pelo moreno y traje formal. El objetivo entró al parking acompañado de dos de sus hombres. Fue hacia el cuarto de máquinas. Comprobó la hora: las 8:02. El agente Delta1 había hecho un gran trabajo. Todo estaba preparado para el “accidente”.

Un minuto y cuarenta y tres segundos más tarde, sonó la alarma de un reloj atómico de bolsillo AW-674. En ese preciso instante, el ascensor cayó. Oyó la explosión cinco segundos después.

Envió con el móvil un mensaje vía satélite: “objetivo eliminado.”