VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana


Con un pastel Suizo

Verónica Ana Adell, 15 Años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

Robarle una sonrisa. Eso era lo que Eric pretendía conseguir: hacer sonreír a su amiga Elizabet. La había conocido en el colegio donde cursaron la primaria, pero desde entonces no la había vuelto a ver. Hasta el primer año de carrera.

Por mucho que intentara descubrir qué se escondía en ella, ésta parecía tener un comportamiento distante a su lado. Por ello Eric probó cualquier cosa, desde regalarle una simple caja de bombones hasta invitarle a un crucero. Cualquier cosa con tal de llamar su atención y despertar una pizca de felicidad en su rostro, ya que la mayoría de los días se limitaba a permanecer seria.

Sin embargo, nada le daba resultado. Eric era consciente de que su amiga era invidente; desde pequeña fue ciega, pero desconocía que detrás de esa tara se escondiera una trágica historia llena de dolor, engaños, malas pasadas y peores recuerdos, momentos que dejaron huella y adormecieron sus sentimientos.

Eric buscó y rebuscó, investigó y hasta llamó a algunos familiares de Elizabet. Estaba dispuesto a hacer todo lo que pudiese porque la quería. Sabía que ella escondía una bellísima persona. Y su esfuerzo al fin obtuvo recompensa.

Había ido en persona hasta Suiza en busca de el un pastel cocinado por la misma abuela de su amiga. Era su favorito, el que por primera vez traería recuerdos agradables y buenos.

Mientras Elizabet repasaba su examen de Estadística, notó la presencia de alguien a su lado. Seguidamente notó la suave fragancia de Eric.

-Hola, Eric. ¿Quieres que repasemos juntos? -le ofreció ella con amabilidad.

-Estaría encantado- agregó él alegremente-, pero antes quisiera preguntarte algo…

-Adelante.

-¿Confías en mí, Elizabet?

-Si…-murmuró no muy convencida.

-Abre la boca entonces -sugirió con un tono gracioso.

Ella negó suavemente con la cabeza.

-Confía en mí, por favor -le suplicó con cariño.

Ella le obedeció, así que Eric pudo colocarle en la boca un trozo de la tarta. Después de unos segundos, una preciosa sonrisa se abrió en el rostro de Elizabet, que se quitó las oscuras gafas. Tenía los ojos azules como un océano. Por uno de ellos se derramó una lágrima.

-¿Cómo…cómo lo has conseguido? - le preguntó su amiga.

-He hecho muchas cosas por ti.

-¿Por mí? -se acomodó las gafas de nuevo.

-Y por tu abuela.

-¿Por qué?

-Porque mereces esto y mucho mas... Estás mas guapa sin gafas ¿lo sabías? -se las quitó él mismo con mucho cuidado.

Ella bajó la mirada, azorada.

-A nadie nunca le han gustado mis ojos…-susurró.

-Será porque te tenían envidia; son preciosos.

Para sorpresa de Eric, ella le rodeó con los brazos. Le abrazó como siempre había soñado pero nunca tuvo valor.