VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Conocidos

Laura Trius Béjar, 14 años

                 La Vall (Bellaterra)  

Era viernes por la tarde y, curiosamente, los vagones del tren de cercanías estaban prácticamente vacíos. Carlos, medio aburrido, se dedicaba a mirar por la ventana. De hallarse el coche repleto de viajeros, no hubiese dudado en ponerse a estudiarlas, pero con tan poca gente, mirar fijamente a alguien podría resultar un tanto grosero.

Paseó distraídamente la mirada por el vagón, a la espera de que llegara su estación. Algunos leían el periódico, otros escuchaban música o dejaban escapar la vista con aire abstraído.

De pronto, Carlos se sintió observado, como si alguien le estuviese estudiando. Extrañado, se dio media vuelta para descubrir a un hombre que tenía la mirada clavada en él desde el fondo del vagón.

Por un momento se hizo la ilusión de que no le estaba mirando a él. Así que observó a su alrededor. El pasajero más cercano se encontraba unos cuantos asientos más allá, lo que venía a demostrarle que era él el objeto de curiosidad de aquel hombre.

No parecía una persona que inspirase miedo. Se trataba del típico ciudadano, una persona estándar, incluso gris. Pero miraba a Carlos tan concentrado, que a éste le dio la sensación de que intentaba recordar algo importante.

Lo más extraño de todo era que su cara a Carlos le resultaba familiar, como si pudiera ser uno de sus muchos parientes lejanos, o algún conocido o un amigo de sus padres. Sin duda, se habían visto antes, pero no acertaba a recordar dónde ni cuándo.

Ahora los dos se miraban mutuamente, pero ninguno se atrevía a tomar la iniciativa la iniciativa. Al final fue el hombre quien se acercó.

-¡Hombre, hola!- le dijo.

Carlos se sorprendió, pero supo disimularlo. Sonrió al tiempo que le preguntaba:

-¿Tú por aquí?...

El hombre, sin duda, estaba seguro de que Carlos le había reconocido.

-Sí. Vengo de hacer unos recados y ya me iba a casa.

Una voz femenina anunció la llegada a la siguiente estación.

-Bueno, yo me bajo aquí –añadió Carlos mientras sed ponía en pie-. Así que..., adiós.

Carlos se bajó del tren al tiempo que el hombre le decía, a modo de despedida:

-¡Recuerdos a tu familia!

Las puertas se cerraron y Carlos le saludó desde la plataforma con la mano.

Para sus adentros, dijo: <<¿Se puede saber quién era?>>. Dándole vueltas al extraño suceso, se alejó de la estación hacia su casa.