VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana


Controlada por Twitter

Verónica Ana Adell, 15 Años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

Sandra tenía una visión muy superficial de Twitter y de las demás redes sociales. Pensaba que dedicar horas a escribir para los demás era desperdiciar la vida delante de una pantalla. Pero todo cambió cuando cayó en sus manos un móvil con Internet. Durante uno de sus viajes en tren Sandra decidió abrirse una cuenta con la simple intención de esperimentar.

Tres meses más tarde le ocurrió lo siguiente:

Twitter

Sábado:

10:30. Hoy tengo muchas ganas de ir de compras.

10:35. Tengo pensado ir al H&M que hay cerca de mi casa.

11:04. Estoy bajando por las Ramblas. He quedado con mi mejor amiga en el Starbucks.

2:27. Me duelen las piernas. Me he comprado varias cosas, pero ahora… a por un buen bocadillo en el Subway.

3:32. Con las pilas recargadas, seguimos.

8:58. ¡Estoy muerta! Por fin en casa.

9:26. Estoy a punto de ver una película mientras comemos pizzas cuatro quesos. ¡Para chuparse los dedos!

Su vida se había convertido en una secuencia de tweets que describían sus acciones en menos de ciento cuarenta caracteres. Su vida giraba en torno al móvil conectado a internet.

Un día sucedió un imprevisto. Sandra caminaba a las dos y media de la madrugada, agotada tras una noche de fiesta. Por supuesto, twitteaba, hasta que le apareció un mensaje extraño en la pantalla:

<<Sé que vives en “el carrer de València”, que te levantas a las ocho y media para ir a trabajar en Maximo Dutti a la vez que estudias economía. Tú comida preferida es la paella. Sé que tienes planes de viajar a Mallorca, pero antes quieres casarte con tu novio, Toni, y estáis pensando vivir un tiempo en Nueva York. Sé que te interesa la moda y lees Telva. Sé que tus colores favoritos son el rosa pastel y el negro. Te gusta plancharte el pelo y llevar altos tacones. Y eso no es lo mejor: te estoy viendo ahora mismo. Llevas un vestido azul eléctrico, los tacones en las manos (porqué te duelen los pies) y un bolso de lentejuelas plateadas. Aunque no lo creas, sé mucho lo que piensas… Y eso no es bueno para ti.

Tu admirador secreto>>.

Sandra se asustó. Todo lo que escribía aquel extraño era cierto. Sabía que no era uno de sus amigos; nunca le harían algo así.

Miró alrededor, atemorizada. Respiraba intranquila. Comenzó a caminar con rapidez y descubrió una sombra a su espalda.

Echó a correr con lágrimas en los ojos y el pulso a cien, mareada. Llegó a su portal, sacó las llaves del bolso, nerviosa, escuchó unos pasos, pero logró entrar en el viejo edificio cerrando la puerta con estruendo. Suspiró con los ojos fijos en el exterior, esperando descubrir a su acosador. Pero no había nadie.

Ya en el ascensor, pensó que todo había sido un mal sueño, pero al abrir la puerta de su casa, recibió otro mensaje:

<<No te escondas. Sé demasiado>>.

Se echó a llorar.

A partir de aquél día, la vida de Sandra cambió. Había aprendido la lección y quería ser la única que decidiera el rumbo de su vida. Twitter simplemente era una herramienta para desconectar durante unas pocas horas, nada más. Fue así como acabó con los mensajes, la persecución, los admiradores. Sólo así pudo liberarse de la red.