IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Conversación de tren

Patricia López Santos, 16 años

                Colegio Montespiño (La Coruña)  

Hace años, mi hermana y yo cogíamos el tren de las ocho y media de la mañana para ir al colegio. Una vez nos subíamos, ella se ponía los cascos o estudiaba un rato y yo me dedicaba a observar a los demás pasajeros.

De manera usual, el tren viajaba repleto de hombres de chaqueta y corbata que llevaban sus maletines de trabajo. Siempre parecían ocupados leyendo el periódico o algún libro, sin hablar con nadie. Me pasaba todo el trayecto observándoles. Me recordaban a mi padre, porque él vestía igual que ellos. Pero también había algo diferente: ellos eran muy serios, parecía que nunca se habían reído. En eso se diferenciaban a mi padre, que a pesar de la seriedad de su vestimenta es muy divertido.

Una mañana mi hermana no se sentó a mi lado, sino uno de esos hombres enchaquetados. Al ir a coger su maletín, al hombre se le cayó un paquete de kleenex. En ese momento yo necesitaba uno, así que se lo pedí. Me lo dio al tiempo que me preguntaba mi nombre. Luego se interesó por mi edad y así empezamos una conversación. La verdad es que no me acuerdo de qué hablamos. Se bajó unas paradas antes que yo.

Aquel encuentro fortuito me dio qué pensar. Cuando me cruzaba con estos hombres, sin siquiera conocerles, pensaba que eran serios, que no eran simpáticos simplemente porque iban trajeados y porque se encerraban en sus lecturas. Aprendí entonces que no podemos juzgar por la apariencia externa, porque muchas veces nos equivocamos. A partir de entonces me esfuerzo por no tener prejuicios ante las personas sin conocerlas.