IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Copiando un sueño

Sandra Vargas, 16 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

-Tss! –su voz apenas es un susurro-. Dime la siete...

-El siglo XII –responde con voz trémula.

Esta escena se repite en la mayoría de las aulas de todo el mundo cada vez que se celebra un examen. Esta misma semana, sin ir más lejos, antes de una prueba escrita pude comprobar cómo algunas de mis compañeras hacían planes de última hora, planes de urgencia, antisuspenso... Son bastante sencillos: un golpe en la silla, movimientos ágiles de manos y un seguro aprobado... de regalo por cortesía de la cabeza inteligente y responsable de la clase.

En vez de repasar el temario o crear mi propio lenguaje de símbolos, pensé en aquellos niños y niñas alejados de nuestra burbuja, que en vez de ir al colegio caminan todas las mañanas varios kilómetros para conseguir agua, o en aquellos que trabajan de sol a sol para ayudar a sostener a sus hermanos. Podrían jugar al fútbol o a las muñecas, pero no pueden. Ellos no saben lo que significa viajar en automóvil, habitar un edificio o el tacto del mismísimo dinero. Sueñan con vivir como nosotros, los occidentales, pero viven en ambientes llenos de dolor, tristeza e injusticias.

Nuestro concepto del amor y la libertad es paralelo al de ellos, porque hemos fabricado una existencia repleta de hipocresía en la que la niñez es una etapa de caprichos, en la juventud no nos conformamos con nada y la felicidad, que a veces se esconde muy cerquita, decidimos complicarla con mil condiciones, incluso la de no esforzarnos para aprobar un examen.