XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

¿De qué están hechas
las estrellas? 

Cristina Montoro, 14 años

Colegio Sierra Blanca (Málaga)

“Las estrellas son simples formaciones de gases”, dice la Ciencia. Quizás sea una teoría que se ha tomado por cierta sin que nadie la haya pensado a fondo. Porque solo una persona supo la verdad. 

Esa persona fue Catalina. De pequeña, su padre, apasionado por la astronomía, le mostraba con un telescopio las estrellas. Ella se preguntaba cómo era posible que desde tanta distancia pudiera apreciarse su intenso brillo. Eligió una de ellas como su favorita, pues parecía resaltar entre las demás.

Pero pasó el tiempo. Catalina se fue haciendo mayor y, consumida por su trabajo y por el cuidado de su familia, las fue olvidando. Hasta que su padre falleció. 

–Toma –le dijo su madre al entregarle el telescopio–. Papá quiso que te lo quedaras.

Esa misma noche Catalina salió a la terraza, lo colocó, miró por el visor y se dio cuenta que algo había cambiado: por más que buscó por el firmamento, su estrella favorita había desaparecido. Noche tras noche trató de hallarla, pero era incapaz de descubrir dónde estaba escondida.

Noches después Catalina volvió a salir a la terraza para observarlas. Se tumbó en el suelo y se perdió entre ellas. Pensó en su padre, en el entusiasmo con el que le hablaba del firmamento. ¡Cuánto le echaba de menos! En ese momento le sorprendió un destello de luz. Al principio pensó que, tal vez, fuese una luciérnaga, pero luego entendió que se trataba de un lucero fugaz. Rápidamente cerró los ojos y pidió un deseo. Cuando los abrió, se quedó atónita: una nueva estrella había aparecido justo encima de ella, donde antes no había más que oscuridad. La miró durante horas y después se fue a dormir, aunque no consiguió conciliar el sueño ante lo que le había ocurrido. 

La aparición de esa estrella la llenó de dudas. Cada vez que encontraba un tiempo libre, buscaba información acerca de lo que sucedía más allá de la Tierra, opiniones sobre cómo se formaban los astros y las galaxias. Pero Catalina no encontró ninguna teoría que contestase a sus preguntas. Entristecida esperó a la noche y salió de nuevo para contemplar el cielo. 

<<¿Y si es verdad que son simples formaciones de helio?>>, dudó. <<¿Y si fueran algo más complejo, algo que nadie ha llegado a desentrañar?>>. 

Muchos años después Catalina, ya envejecida, colocó de nuevo el telescopio. La estrella que vio nacer brillaba más que nunca.  Se sentó en una silla y la observó fijamente. Fulgía cada vez con más intensidad. En el interior de su cuerpo, Catalina también percibía una fuerza especial. Fue entonces cuando lo entendió todo, cuando encontró la respuesta a sus preguntas, cuando se desintegraron sus dudas. Al fin se sintió tranquila y descansada, y se le fueron cerrando los ojos. 

La estrella se apagó de repente. Catalina también. 

Aquella mujer había comprendió, antes de fallecer, que las estrellas no son meras formaciones de gases, sin que de un modo misterioso están conectadas a las almas de quienes las admiran. Entendió que aparecen en la oscuridad cuando encuentran a una persona digna de poseerlas porque ha logrado ser feliz. 

Antes de que se le detuviera el corazón, Catalina supo que su estrella favorita, aquella que admiraba de pequeña, había pertenecido a su padre. Aquello la hizo tan feliz que su estrella brilló ante sus ojos más que el propio sol. 

Puede que nadie haya demostrado todavía la verdad de las estrellas. Pero más que demostrarlo, lo importante es creer en ella.