XVI Edición
Curso 2019 - 2020
De viaje
Inés Arroyo, 14 años
Colegio La Vall (Barcelona)
El maletero del coche está a rebosar: maletas, abrigos, el Catán, el Cluedo, monopatines y bicicletas. Aunque nos hemos levantado temprano, cada vez que intentamos salir de viaje a una hora razonable no logramos partir hasta tres horas después de lo previsto. Cada una en su sitio y mamá en medio para evitar peleas, y la radio a todo volumen. Por fin entramos en la AP-7, camino a Madrid para ver a los abuelos.
Durante las vacaciones de verano y Navidad vamos a la capital y, si podemos, también en las de Semana Santa. Los días en Madrid se llenan de visitas a museos, baños en la piscina de la urbanización, paseos por el mercadillo de la plaza Mayor en Navidad, meriendas con los primos y alguna que otra vuelta por el centro.
Nos detenemos en un McDonald’s, pasado Zaragoza. Hamburguesa con queso, patatas y McFlurry. El restaurante es parada obligatoria. Además, no es la primera vez que nos encontramos con algún conocido de nuestros padres, con el que se reencuentran después de veinte años.
De vuelta al coche, mi madre dice que es hora de echarse una siesta, seguramente para lograr que nos callemos. Quiero estar despierta, pero la digestión consigue cerrar mis párpados. Primero uno, después otro… El sueño me ha vuelto a vencer.
Me despierto. Veo que mamá sigue dormida. ¡Y que mi padre acaba de cerrar los ojos! De un brinco me incorporo y tomo el volante. No sé me ocurre despertarle, porque hay momentos en los que mi mente se nubla y no me deja razonar. Me dejo llevar por los impulsos, aunque tenga que arrepentirme cuando ya no hay remedio.
El coche se desvía de su ruta. No sé como controlarlo. Comprendo que manejar un kart es diferente al arte conducir un automóvil.
Veo un socavón. Quiero abrazar a mis hermanas. Mi madre grita. Una, dos vueltas de campana.
Estoy boca abajo, entre cristales rotos. Un viento helado se cuela por el amasijo de hierro. Después de una larga pausa, todos rompemos a llorar. Estamos vivos.