XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Deporte y dinero,
un mal matrimonio

Lola Martínez Portero, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

El deporte profesional no es tan bonito como parece, pues para llegar a lo alto hay que pasar por muchas penurias, aunque cuando uno está arriba puede pensar que el camino ha sido fácil.

Tomaré como ejemplo el tenis, pues lo conozco bien.

Cuando nos sentamos a disfrutar de los torneos en la televisión (la ATP o WTA), nos encontramos con jugadores bien formados, famosos, con espónsores, entrenadores y fisioterapeutas personales, con mánagers, etc. Da la sensación de que esa es la generalidad de este deporte, pero la mayoría de los espectadores desconoce que también existe un nivel bajo en el tenis.

En esos torneos de segunda clase, los jugadores están empezando en el mundo profesional y el dinero que reciben -si es que perciben alguna cantidad- al pasar alguna ronda o incluso al ganar un torneo, no les llega ni siquiera para pagarse el billete de avión ni la comida de esos días fuera de casa, mucho menos para cubrir los costes de los entrenadores que viajan con ellos, la atención médica y otras muchas necesidades.

¿Acaso esta desigualdad es necesaria?

¿Es justo que en los torneos de primera categoría los jugadores ganen cifras astronómicas sólo por acudir, mientras que los que intentamos llegar arriba estamos obligados hasta a pagarnos la inscripción?

¿Sabe todo el mundo que los torneos de la clase baja se celebran a veces en clubes que no disponen ni de duchas?

Son muchas las carencias que hay que sufrir para llegar a lo más alto. Por eso me pregunto si el dinero debería de estar mejor repartido en el mundo del deporte profesional. Al fin y al cabo, somos jóvenes con talento que aspiramos a hacernos un hueco.