XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Detrás de la puerta

Paula Contreras, 16 años

Colegio Senara (Madrid)

Aunque dudó abrir la puerta (detrás podría encontrarse con memorias que, tal vez, volverían a alterar el curso de su existencia), por alguna extraña razón se sintió empujada a atravesar su vano. Con gesto firme giró el pomo y tiró de él.

La puerta daba a un cuarto cuyas paredes de madera estaban carcomidas por el tiempo. La luz entraba en la habitación desde una claraboya. Al examinar la estancia, se fijó en una lámina de corcho en la que había, colgadas de una cinta, viejas fotos en blanco y negro. De la misma supo que eran imágenes de su infancia.

Tomó la primera instantánea y sopló para quitarle el polvo que la recubría. Después la observó detenidamente: aparecían ella y Arthur, en la guardería, de pequeños. <<Arthur…>>, hacía muchos años que no pensaba en él. No habían mantenido contacto después de que ella se hubiera marchado de Nottingham, a los once años.

Dejó la foto sobre una mesa y cogió otra, a la que quitó el hilo de una telaraña. Aparecía sentada en los hombros de un hombre con barba. En aquel momento ella debía tener unos seis años. Intentó colocar la foto otra vez en la cinta, para evitar que los recuerdos empezaran a fluir como un torrente que, lo sabía, sería ingobernable. Pero fue en vano; un pensamiento se le había clavado: el hombre de la barba se llamaba Marc y fue la razón por la que su familia se vio obligada a dejar Inglaterra.

Aquel hombre, que en otros tiempos había sido íntimo amigo de la familia, se había convertido en un traidor.

Se le hizo presente el día en el que Mark había ido a su casa y, sin darse cuenta, se había dejado una carpeta con unos documentos en el recibidor. Esos papeles llamaron la atención de la chica, que los sacó de la carpeta y comenzó a leerlos. Como no comprendió su significado, se acercó al despacho para entregárselos a su padre.

Él los cogió con curiosidad, se puso las gafas y comenzó a leerlos. A medida que avanzaba por las líneas del texto, sus párpados se iban abriendo más y más, presos del asombro. Cuando llegó a la última hoja, ella notó que estaba agitado, aunque hiciera esfuerzos por serenarse y mantener la compostura.

Su padre quiso saber dónde había encontrado esos documentos. Ella le respondió. Él asintió y le dijo que se retirara. Aunque le preguntó qué decían esos papeles, su padre no quiso contestarle. 

Los principios éticos y la lealtad a su país, hicieron que sus padres denunciaran a Mark. La policía investigó el caso y empezó a buscarle. Mark colaboraba con el enemigo, al que vendía secretos militares a cambio de una generosa compensación.

Pero la policía no lo encontró. El hombre de la barba tenía sus contactos y la familia dejó de estar a salvo. Ante el riesgo de que Mark quisiera vengarse de ellos, fueron acogidos en el Programa de Protección de Testigos y, tan pronto como les fue posible, abandonaron Inglaterra.

***

Sus padres construyeron una caseta de madera en un bosque cercano a su nuevo hogar. Decidieron abandonar en ella los recuerdos que se trajeron de Inglaterra y tratar de olvidarlos. 

Ella se había hecho mayor. Habían pasado seis años desde que descubrió la carpeta de Mark. Hacía tiempo que buscaba rastros del tiempo que vivió en Inglaterra. Por eso cuando encontró la caseta, presintió que allí estaba todo. 

Tomó las fotografías y las rompió en pedazos. No quería dedicarle un segundo más de su tiempo a Mark. Por su culpa habían tenido que trasladar al otro lado del mundo, había perdido a sus amigos de la infancia y sabía que las personas más queridas también pueden traicionarte.