XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Días en Madrid

Marta Pujol, 15 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

María no lograba quitárselo de la cabeza. Pedro llenaba todos sus pensamientos. Se daba cuenta de que aquel viaje no la había dejado indiferente. Y eso que era una chica fuerte, como corresponde a una enfermera de guerra.

A principios de año había recibido la orden de desplazarse a Madrid por dos meses, pues en uno de los hospitales de campaña necesitaban enfermeras.

Allí lo vio por primera vez. Él se ofreció a enseñarle la capital: la llevó a rincones muy singulares de la ciudad. Poco a poco, fue conociéndole.

Las semanas pasaron y tuvieron que despedirse. María se había planteado quedarse en Madrid, pero su familia la necesitaba.

Tomó el tren y volvió a Barcelona.

Los suyos percibieron que tenía mala cara, aunque dieron por sentado que se trataba del cansancio del trayecto y del trabajo acumulado junto a los heridos de guerra.

No recibió una sola carta de Pedro durante el tiempo que duró la contienda. Pensó que la culpa la tenían las trincheras, pues no era fácil que las cartas llegaran a su destino.

Pasaron los años. A pesar de los recuerdos, pintados de tristeza, conoció a otro chico, un funcionario que le robó el corazón hasta sanar todas sus heridas. Se casaron y tuvieron tres hijos.

María enviudó. Se quedó sola en la casa, sin más compañía que la música que emitían sus viejos discos.

Ya era ella muy mayor cuando recibió la visita de un muchacho. Le entregó una misiva en un sobre amarillento por el paso de los años.

La carta decía lo siguiente:

Madrid, 12 de agsto de 1936

Mi querida María,

Te escribo antes de marcharme de Madrid, pues me han llamado a incorporarme a filas. Estas semanas a tu lado han sido únicas y muy especiales. Me has hecho ver el mundo desde otra perspectiva y ya no soy el que era antes sino un hombre feliz y seguro.

Te necesito a mi lado. Aunque por ahora no es posible, voy a ganar la guerra por ti. Verás como el tiempo pasa volando y podemos reunirnos de nuevo. Quiero compartir el futuro contigo.

Estás siempre en mi corazón.

Tuyo,

Pedro

Se le llenaron los ojos de lágrimas, pues era tarde para recuperar el tiempo perdido.

Al menos le quedaba el recuerdo de aquellos maravillosos días en Madrid.