XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

El autobús 

Paula Martínez Perpiñá, 14 años  

             Colegio Iale (Valencia)  

Después de acabar el instituto se acercaba a la estación de autobuses. Como las puertas no se abrían hasta las cuatro y doce, se sentaba en un banco mientras veía pasar los minutos. Poco a poco iban llegando sus compañeros de viaje, casi siempre los mismos: un hombre mayor, un matrimonio de jubilados, un grupo de monjas, unas cuantas madres con sus hijos... y una muchacha de ojos negros y piel blanca, tan pálida que se hacía notorio el contraste con su pelo morado. Aunque no habían cruzado una sola palabra, subían juntos y se sentaban en la misma fila, la siete, él pegado a ella. Sin poder resistirlo, en cuanto el motor arrancaba, él se pasaba el trayecto mirando de soslayo los movimientos de las manos de ella sobre un cuaderno en el que dibujaba sin tomarse un solo descanso.

No sabía por qué aquella chica le llamaba especialmente la atención; quizá fuera la inocencia que transmitía su mirada, su nada ordinario color de pelo o los expresivos dibujos que adornaban su cuaderno.

Esa rutina se repetía todos los miércoles desde hacía poco más de un año. Sin embargo, nunca habían cruzado una palabra; tan solo miradas y alguna que otra sonrisa.

Un miércoles de septiembre, él tuvo en mente cambiar la cronología de las cosas. Se sentó a su lado y descubrió que los trazos parecían representar escenas de su vida. En el centro de todo se encontraban dos asientos de autobús... y él.

Cuando llegaron a la parada, ambos se bajaron. Entonces decidió armarse de valor y dirigirle por fin la palabra. Cuando la tomó del brazo, ella se giró, dispuesta a escuchar todo aquello que deseara decirle, pero en ese momento su vista se distorsionó y las palabras se perdieron en el bullicio.

Una semana después subió a su medio de transporte habitual y, seguro de sí mismo, se sentó junto a ella. Por fin comenzaron una conversación agradable, muy amena.

Su charla cesó cuando llegaron a una parada en la que se subió una chica muy guapa. Esta se detuvo delante del espacio que compartía la joven pareja, y habló, mirando al chico:

—¿Te importa si me siento contigo?