VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

El Cabo de Gata

Mercedes Millán de Meer, 14 años

                 Colegio Alborada, Alcalá de Henares  

Amanecía sobre la ciudad de Almería. Las gotas de rocío salpicaban caprichosamente las hojas de las palmeras de la rambla principal y cubrían las arenas de la playa.

En la habitación de Javier sonó un desagradable pitido. Entreabriendo los ojos y reaccionando casi en el mismo instante, golpeó el reloj con fastidio y volvió el silencio. Se vistió con una camiseta y unas bermudas y, sigilosamente, recorrió el pasillo. Se aseó con prisas, cogió la mochila que había preparado la noche anterior, una manzana y abandonó la casa. A la salida, alzó la vista y, arrugando la nariz, miró al cielo, que estaba gris. Bajó la calle y se dirigió a la estación de autobuses interurbanos. En el apeadero distinguió la figura de Nacho. Se saludaron en silencio, soñolientos, y subieron a un autobús con destino al Cabo de Gata.

Durante el trayecto, Javi le comentó a Nacho las dificultades que había tenido que superar para hacer ese viaje:

-Mi madre está empeñada en que no viniese -le explicó a Nacho- Discutí hasta que mi padre, enfadado, me dijo que me quedaría en casa. ¡Se montó un barullo! Todos acabamos de mal humor... Así que sólo me han dejado la opción de escaparme de casa.

-Pero, tío, Javi, lo podríamos haber pospuesto. Sabes que me dejan coger el bote cuando quiera.

-Que no... Dijimos que hoy y va a ser hoy.

Se quedaron en silencio. Javi miraba por la ventanilla y Nacho lo observaba de reojo. Eran amigos desde los trece años, cuando Javi llegó de Madrid por el nuevo trabajo de su padre. Tenía una personalidad arrolladora y una sonrisa peremne. Podría haberse hecho amigo de quien hubiese querido, pero eligió a Nacho y Nacho le eligió a él. Nacho, por el contrario, era más bien reservado. Después de cuatro años juntos, Javi se marchaba con su familia a otra ciudad. Nacho estaba triste, como el resto de la pandilla, que sin duda echarían en falta a l “rubiales”.

Media hora después el autobús abrió las puertas. Javi, guasón, golpeó el hombro de su compañero, que estaba abstraído en sus pensamientos. Se bajaron. El sol irradiaba calor y luminosidad, y el mar brillaba en tonos esmeralda. Les acompañaba el graznido de las gaviotas. Todo parecía armónico, como un edén. Solo unas nubes color grafito en el horizonte desentonaban tan acabado cuadro.

Caminaron hacia el embarcadero del pueblo por una vereda de piedras y arena, cada cual con su bolsa y un salvavidas. La pequeña lancha les recibió al vaivén de las olas. Se llamaba “Asunción” y era un regalo del abuelo de Nacho.

Se pusieron los neoprenos y desembarcaron hacia el Cabo de Gata. Cuando llegaron cerca del arrecife, Nacho dejó de remar, ató el bote a una boya. Se abrocharon los trajes, se ajustaron las gafas de bucear, intercambiaron una sonrisa y se sumergieron.

El paisaje que ofrecían las aguas del Mediterráneo ante los ojos de Javi era de un azul luminoso. :Las olas habían formado ondas en el fondo arenoso y nadaban bancos de peces de todo tipo y color.

Siguió a Nacho, con el que descubrió arrecifes de “posidonias oceánicas”, una planta marina que solo crece allí. En las rocas encontraron erizos, moluscos y otros animales desconocidos. Pasó casi una hora.

Gradualmente, el cobalto nítido tornó a un color oscuro, hostil. Los buceadores comenzaron a tiritar. El cielo había perdido su equilibrio, convertido en un remolino de masas grises. Javi y Nacho se reunieron. Preocupados, intercambiaron un par de palabras y nadaron hacia el bote. Se subieron con dificultad a causa del intenso oleaje. Estaban en frente del cabo.

-Viene tormenta- predijo Nacho.

-¿Y cómo puedes estar tan tranquilo con este tiem...? –Javi no pudo terminar. Una ola volcó la pequeña embarcación.

El agua contrajo todos los músculos de Javi a causa del frío y del miedo que le producía aquella situación. Un estremecimiento le recorrió desde la garganta hasta el estómago. Empezó a lloviznar.

-¡Nacho! ¡Nacho! -clamó.

-Estoy aquí. Ayúdame.

Juntos lograron voltear la lancha. Estaba llena de agua y el motor no funcionaba.

-¿Qué vamos a hacer?- gritó Javi con angustia-. Sólo nos queda un salvavidas. El otro se ha perdido... ¡Maldita la hora en la que decidí venir!

-¿Te quieres clamar, tonto? -Nacho caviló durante unos instantes-. Yo tengo la conciencia tranquila.

-¿A qué vienes con eso?

-Que estoy en paz con Dios y con mi familia. Yo no me acabo de pelear con mis padres...

Javi agachó la cabeza.

-¡Feliz regalo de despedida!-Nacho forzó una sonrisa y le tendió el chaleco–. Y ahora, empieza a rezar.

Javi le miró atónito. La lancha tenía una vía de agua y se hundía poco a poco. La lluvia arreciaba.

-Ni hablar -se resistió sin soltar el salvavidas-. ¡No lo quiero!

El corazón le latía desbocado. Nacho también estaba nervioso, pero hacía esfuerzos por controlarse.

-Tómalo. No quiero discutir. Además, es sólo por si acaso -mintió- La tormenta va a pasar pronto.

Como argumento convincente, estalló un trueno seguido de una fuerte racha de viento. El pavor reinaba sobre el pequeño bote. Javi se puso el chaleco.

La lancha había naufragado del todo y Javier flotaba en el mar. Nacho se amarró a él. Javi se sentía estúpido e impotente. Le daba vueltas a que si no hubiera desobedecido, su mejor amigo no estaría apunto de ahogarse...

Pasaron unos veinte minutos a la deriva que se les hicieron eternos.

Nacho empezó a sentirse débil. Tenían los labios morados. Desecharon la idea de irse hasta las rocas, pues una ola podría lanzarles mortalmente contra las rocas. En ese momento, escucharon un motor.

Alzaron la vista y se encontraron con un helicóptero de la Guardia de Salvamento.

Javi ayudó a su amigo a alcanzar la escalerilla. Con esfuerzo ascendieron aquel Everest bendito.

De camino a la base a través del cielo, Javi pensó en todo lo ocurrido desde que se había levantado hasta aquel momento. Observó a Nacho, envuelto en mantas y miró por la ventana. El viento se había llevado las nubes. Se imaginó a sus padres y suspiró con resignación. Contempló de nuevo a Nacho. <<Verdaderamente, mi amigo es un héroe>>.