XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

El Caminante

Marcelo Álvarez Garza, 15 años

                 Colegio Liceo del Valle A.C. (Guadalajara, México)  

El Caminante. Así le decían. Un pobre hombre que vestía una gabardina rasgada y pantalones holgados. La gente del parque lo veía ir y venir sin hora fija, envuelto en la misma expresión sombría, como la de quien ha perdido algo muy valioso.

Caminar era todo lo que hacía: de acá para allá como alma purgante. La gente decía muchas cosas de él: que había perdido a su mujer y a sus hijos, que fue un científico afamado antes de volverse loco… ¡Hasta que era el fantasma de un desgraciado que no lograba descansar!

Algunos se aproximaron a preguntarle quién era, pero no les hacía caso. Seguía su camino.

Con los años se convirtió en una sombra, pero el Caminante no se detenía. Sus botas gastadas y su andrajoso sombrero color noche eran parte de él, y un aura de tristeza lo rodeaba, como si al pasar le quitara el color a las cosas.

Un día de invierno una niña cruzaba el camino del parque cuando se percató de que venía aquel extraño individuo. Su madre, absorta en el chisme con sus amigas, no se dio cuenta del encuentro.

-¿Quién eres? –le preguntó con su voz llena de inocencia.

Como siempre, no recibió respuesta.

-¿A dónde vas? –inquirió de nuevo.

Pero el Caminante no emitió palabra.

Ella se inquietó. ¿Sería mudo?

En un último intento, con voz de súplica le preguntó:

-¿Por qué caminas?

Entonces el tiempo pareció detenerse. También los pies del Caminante se quedaron quietos, algo que nadie jamás había visto.

Lentamente, el hombre miró a la pequeña, a la que se acercó hasta quedarse a un par de pasos de ella.

-Gracias -le dijo con una sonrisa sincera. Su voz era reconfortante. Y su mirada triste, pero tierna. Ya no parecía él–. Me lo recordaste.

-¿El qué?

El hombre dobló las rodillas hasta quedar a la altura de los ojos de la niña. La observó con la alegría de quien se ha encontrado algo que hace mucho tiempo había perdido.

–Me has recordado por qué camino.

-¿Y?...

-Camino para llegar.

-¿A dónde?

El Caminante le agitó su cabello rizado de manera juguetona, le dio su sombrero y se incorporó.

-A donde muchos tienen miedo de ir. Al futuro.

Y sin decir más, se dio vuelta y siguió caminando. Pero no como antes. Ahora andaba con una sonrisa.