XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

El canto del cisne

Amaya Senciales, 15 años

                  Colegio Sierra Blanca (Málaga)  

“Cisne” Gracia Prats. Un apodo extraño, se dijo Alicia mientras introducía el nombre en Google, en busca de información que pudiera ayudarla en su tarea. Muy a su pesar, en su primer día de contrato le habían asignado un reportaje sobre un accidente, lo que de primeras le alejaba de su ambición de dedicarse a informar en la sección de deportes.

Comenzó a recabar datos: Gracia Prats, una señora de sesenta años, procedía de un pueblo de León y había muerto en un incendio. La reportera hizo un mohín; la vida de las personas corrientes rara vez resulta interesante. Sin embargo, deseaba conocer la historia completa e impresionar al director del periódico. Buscó en el listín telefónico a algún familiar de Gracia. Había cientos con el mismo apellido, pero dejándose llevar por una corazonada marcó el número de un tal Marcelo Prats. Contestó una voz masculina.

-¿Es usted familiar de Gracia Prats?... Soy periodista en el diario “Todos los días”.

-Soy su hermano.

-Me gustaría entrevistarle para dar a conocer a nuestros lectores los detalles de este suceso. ¿Podríamos vernos?

-La verdad es que todavía me siento muy afectado por su muerte… Pero historias como la de mi hermana no se ofrecen todos los días ni deben pasar desapercibidas. El jueves por la tarde estaré libre. ¿Le importaría que la entrevista fuera en mi casa?

Alicia aceptó.

Al fin llegó el jueves. Mientras tomaban una taza de café, Marcelo le enseñó, con lágrimas en los ojos, una foto de Gracia, que sonreía con timidez a la cámara.

-¿A qué se debe su apodo? -preguntó Alicia, con su cuaderno de notas preparado para apuntar.

-Gracia era una mujer tímida y reservada. Pocas veces salía de su casona. No tenía apenas amigos y vestía con sobriedad, lo que llevaba a la gente del pueblo a pensar que era una persona avara. Pero yo, cariñosamente, la llamaba “Cisne” por su elegancia y sus modos taciturnos. En poco tiempo se popularizó su sobrenombre.

-¿Cómo se desarrollaron los hechos?

-Este es un pueblo viejo, y la mayoría de las casas tienen las estructuras de madera, así que la menor chispa puede causar estragos. Hace unas noches, nos despertó el crepitar del fuego. Las llamas no tardaron en alcanzar la mayor parte de las viviendas. Entonces mi hermana salió de la suya con una rapidez impropia de ella y nos llamó, invitándonos a los vecinos a refugiarnos en su mansión. Llegó un momento en el que, mientras esperábamos a los bomberos, nos vimos sitiados por el incendio.

-¿Cuál fue su actitud durante el incendio y cuál fue la de Gracia?

-Me avergüenza decir que perdí la calma. Todos la perdimos, supongo. Menos ella. Mi hermana rompió a cantar para distraer a los niños. Creo que fue la primera vez que la escuché entonando una canción. Me hubiera esperado que perdiera los nervios. Siempre la consideré una persona débil.

-¿Cómo murió?-le tembló la voz.

-Cuando llegó el camión de bomberos, se empeñó en salir la última, para que nadie se quedara dentro de la casa. Sin embargo, el fuego alcanzó el conducto del gas y… -guardó unos momentos de silencio-. La casa estalló.

-Lo siento –dijo Alicia en un susurro.

-Dicen que los cisnes sólo cantan unos momentos antes de su muerte. No he tenido ocasión de comprobarlo. En todo caso, qué bien encaja esa leyenda con el final de Gracia. No sólo sacrificó su vida por nosotros, nos regaló su última canción -. Sus ojos cansados se fijaron con detenimiento en los de Alicia-. No llore, señorita. Mi hermana no podría haber deseado otro final mejor para ella.

Cuando Alicia llegó a su vehículo, tomó una firme decisión: aquella historia merecía una página a cinco columnas. La tituló “El canto del cisne”.