VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

El chicle

Isabel Canales, 16 años

                  Colegio Zalima (Córdoba)  

Elena veía como mechones y más mechones de su anteriormente larga, sedosa y rubia cabellera iban cayendo al suelo de la peluquería. Nunca en la vida se le hubiera ocurrido echar por tierra todos los años que había esperado para que su melena alcanzara la longitud que ella deseaba. Aunque todo tenía una razón...

Un par de días antes, sus padres le habían encargado que cuidara de su hermano pequeño, Pablito, mientras ellos acudían a una cena. Ella no rechistó, aunque significara perder una noche de sábado con sus amigas, pues recibiría viente euros por aquel trabajo de unas pocas horas.

Debido a la corta edad de su hermano, que sólo tenía cuatro años, tuvo que preparar toda clase de estrategias para entretenerlo y no perderle la vista.

Cuando se acercaba la hora de cenar, se acercó a la cocina para improvisar algún plato al que el pequeño no le hiciera ascos y fácil de preparar. Abrió cada mueble de la habitación, hasta que detrás de una de las bandejas del frigorífico descubrió un paquete de salchichas que sólo necesitaban unos minutos de microondas.

Aprovechó esos minutos para telefonear a su amiga Mónica. De pronto, se percató de que algo iba mal: Pablito había pegado al teléfono uno de sus chicles que, ahora, se había aferrado a su cabello. Tras probar numerosos remedios caseros, se dio cuenta de que todo era en vano: la goma de mascar estaba cada vez más embarullada con su pelo. Por primera vez pensó que su padre no se equivocaba cuando, cada dos por tres, repetía: “No hay manera de despegar a una mujer del teléfono”, aunque por esta vez se debiera a causas mayores.