VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

El conquistador

Casilda Gomendio, 16 años

                  Colegio Puertapalma (Badajoz)  

Está sentado en un banco de madera antigua, situado en la terraza de su casa, y lee el periódico (el ABC). En frente tiene un lago dorado por la puesta del sol. Un aroma a lavanda y a hierba segada perfuma la brisa que balancea los juncos. Una bandada de pájaros surca el cielo coloreado de rosa. De vez en cuando, una ardilla curiosa trepa al banco para juguetear con su sombrero de paja, hasta que el movimiento de las hojas del periódico le asusta y huye a su madriguera.

***

Después de la Guerra Civil, muchas familias quedaron destrozadas y ensombrecidas por la pobreza y el hambre. Él pertenecía a una de ellas, formada por sus padres y sus cuatro hermanos.

Vivían en un pequeño pueblo a las afueras de Madrid. Más tarde se trasladaron al centro de la capital, en donde la vida se puso aún más difícil.

Su infancia no fue como la de muchos niños de hoy, con tantos caprichos. Sí, fue más difícil, aunque feliz.

Como no tenían dinero, junto a sus hermanos ayudaba vendiendo churros por las calles antes de ir a la escuela. Así su madre podía comprar los libros de texto en un comercio de segunda mano.

Cuando terminó la escolaridad obligatoria, sus padres consideraron que no debía continuar los estudios sino que debía buscar un empleo. Pero él quería seguir formándose.

Por las noches bajaba a la calle y se sentaba junto a una farola, bajo cuya luz se ponía a estudiar para no gastar la electricidad de su casa. Encontró un trabajo en la redacción del periódico ABC. El dinero que lograba ahorrar le sirvió para pagarse la Universidad y así cumplir su sueño.

Finalizó la carrera de Económicas con una media de sobresaliente. Después trabajó de maestro en varios colegios de la capital antes de marcharse a Barcelona, en donde le tocó hacer el servicio militar. En el ejército llegó a alférez. Después se casó y llegaron los hijos.

Siguió con sus clases. Su pequeña fortuna la invirtió en una fábrica de vidrio. Las cosas no salieron bien. Vendió la fábrica y, con su familia, decidió probar suerte en un continente donde estaba todo por hacer: las universidades de América del Sur le esperaban.

Construyó grandes edificios y juntó mucho dinero, hasta convertirse en un hombre importante y respetado en aquel país, donde nunca dejó de ayudar a los necesitados.

Al cabo de los años regresó a España.

***

Un graznido le saca de sus cavilaciones.

Pasa la página del periódico y lee el titular que dice: “Un imperio de la nada”. Sigue leyendo la noticia.

“Homenaje, por una vida de dedicación y esfuerzo continuado, a un hombre sencillo. En la actualidad, vive retirado junto a su familia en su casa del lago”.

Cierra el diario, respira hondo y mira al cielo, agradecido por haber cumplido su sueño.