VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

El héroe

Rocío Fernández Soler, 17 años

                 Centro Albaydar (Sevilla)  

Se llama Dady, tiene veinticinco años y trabaja trece horas al día: de ocho de la mañana a nueve de la noche, sin descanso. En su “contrato laboral” no se incluye tiempo para comer ni para dormir la siesta y, por supuesto, no conoce la palabra “vacaciones”. En su trabajo ni si quiera cuenta con una silla en la que sentarse. Además, no para de moverse; vende pañuelos en un semáforo.

Lo más asombroso es su sonrisa. Nunca le he visto triste, nunca ha tenido para mí ni para nadie una mala contestación, siempre saca alguna broma. Pero muchas personas le cierran la ventanilla cuando le ven acercarse o hacen oídos sordos a sus golpecitos en la ventana. Lo ignoran como si no existiera, como si lo que hay al otro lado del cristal no fuera una persona. Es más, algunos le insultan y le dicen que se vaya a su país, que qué hace aquí vendiendo pañuelos. Me gustaría que esas personas reflexionaran sobre cómo deberían de encontrarse Dady en su país para que haya sido capaz de atravesar el Estrecho sin comida ni agua, empapado por la lluvia fría y en peligro de morir ahogado. ¿Cómo serían sus condiciones de vida en África para que esté agradecido con lo que tiene en España?

¿De dónde saca la fuerza para tener siempre una buena cara? ¿Cómo hace para no perder la sonrisa, incluso frente a aquellos que lo miran mal? ¿Cómo es capaz de sentirse afortunado con lo poco que posee? Para él, una sola persona que le sonría basta para sentirse importante dentro de su pequeñez y así aguantar una hora más de pie, bajo el sol del agosto sevillano con una sonrisa resplandeciente.

A todas las personas que lo critican o que no lo consideran digno, quería decirles que tienen frente a él a un héroe.