XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

El incendio 

Esteban Darío Vera Cruz, 15 años

Colegio Nuestra Señora del Pilar (Arequipa, Perú)

Cuando conseguía unir la oscuridad con el silencio, Tomás alcanzaba un estado de paz que le hacía feliz. No le gustaba el alboroto ni le interesaban las noticias que emitían los programas matinales de televisión. Prefería estar solo. 

Una mañana, mientras caminaba por las alborotadas calles de Lima tras una jornada agotadora en el almacén donde trabajaba, empezó a pensar en la noche de Año Nuevo, pues era posible que tuviese que ir a trabajar. El ambiente en aquella compañía se había hecho insoportable, debido al mal trato entre los trabajadores. La falta de educación de unos con otros era permanente. Aquel no era el lugar al que aspiraba Tomás, pero por el momento debía aguantarse, ya que cobraba un buen sueldo. 

De pronto vio un destello rojo que iluminaba la calle en dirección contraria. Era una luz tintineante, movediza, que parecía llamarle.

Se dirigió hacia la luz. Si le había parecido pequeña en el momento que la vio, a medida que se empezó a acercar a ella comprobó que se hacía cada vez más grande, y que el ambiente se caldeaba. Sin darse cuenta, llegó frente a un incendio. Aquel lugar le resultó familiar. 

Las llamas salían por las ventanas del almacén donde Tomás trabajaba, y una densa columna de humo negro había llenado la atmósfera de un irrespirable olor a plástico quemado. Se escuchaban gritos por la calle, que se unían al ulular de la sirenas de los bomberos y de los coches de policía.

Al principio le embargó un sentimiento de preocupación. No podía dejar de pensar en la terrible posibilidad de que alguno de sus compañeros estuviese atrapado en el interior. Pero al recordar que él era el último que había salido de las oficinas, le embargó un sentimiento de felicidad, entre otras cosas porque una vez el edificio quedara arrasado, ya no tendría que trabajar en aquella organización y podría empezar de cero: buscar otro trabajo y vivir con tranquilidad.

Después del incidente, se dirigió a casa de sus padres para pasar la noche. Los abrazó después de contarles la noticia. Ellos se quedaron muy preocupados porque su hijo se había quedado sin empleo. Pero bastó una semana para que Tomás lograra un trabajo como portero en otro almacén. El trato con sus nuevos compañeros era bueno aunque recibía un sueldo más bajo. Pero le valía la pena, pues podía estar tranquilo, como tanto había anhelado.