XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

El interrogatorio 

Blanca Carrasco, 15 años

Colegio Adharaz (Sevilla)

—Va usted a explicarme toda la historia —le exigió el inspector Javier Navarro—, y esta vez desde el principio.

—Oh, pensaba que usted ya la conocía —repuso el detenido con una sonrisa maquiavélica. 

—Digamos que tengo curiosidad —alegó el policía.

—Carece de pruebas; no tiene de qué acusarme.

El representante de la Ley se encogió de hombros.

—¿Eso cree? –se atusó la punta del bigote–. Encontramos una casa en llamas, un hombre calcinado y el bastón de un joven abogado que había cenado con la supuesta víctima la noche anterior, manchado con sangre. Una suma de elementos peculiares, ¿no cree? Y todo apunta a la misma persona. Pero, volvamos al caso. En la habitación, que estaba hecha un desastre, encontramos el testamento de la víctima, que había dejado toda su fortuna a este misterioso abogado. Después, nuestros agentes hallaron la prueba definitiva: una huella de sangre en la pared. ¿A quién pertenecía? Al abogado –se respondió sin detenerse–. Entonces lo comprendí: corrí a la biblioteca tan pronto como me fue posible y busqué un libro que conozco de memoria. Ambos sabemos a qué novela me refiero, ¿no es cierto? “El misterio de Lower Norwood”, es decir, el segundo relato de “Las aventuras de Sherlock Holmes”. Le reconozco que mis compañeros me tomaron por loco. Sin embargo, supe que acababa de resolver el misterio. Por eso busqué el tabique adecuado e hice arder unas hojas. Para mi satisfacción, comprobé cómo el humo se filtraba por la pared falsa. Momentos después, esta se abrió y usted, la víctima de la casa en llamas, salió alarmado, derribando a varios agentes. Diría que tengo mucho de lo que acusarle. Ahora, mi pregunta es: ¿Por qué Sherlock Holmes?

—Le confío que ese ha sido mi error —se rio el interrogado—. ¿Conoce usted las obras de sir Arthur Conan Doyle?

—Como la palma de mi mano —asintió el inspector con orgullo.

—Nos parecemos, entonces. Usted es Holmes y yo soy Moriarty.

—No me diga… ¿Es que acaso quería que lo atraparan? 

La conversación se volvía más interesante por momentos.

—¿De qué sirve ser un genio si uno no puede demostrarlo, señor Navarro?

Javier negó con la cabeza; alguna pieza no encajaba.

—Queda detenido por incendio premeditado, calumnia y agresión a un oficial de policía —sentenció—. Además, tengo la seguridad de que usted está loco. 

***

Javier Navarro despertó en una sala con olor a látex y desinfectante. Supo que se trataba de un centro médico.

—Señor Navarro, ¿se encuentra bien? —le preguntó una persona vestida con una bata blanca.

—Tengo que volver a la sala de interrogatorios. Hay un delincuente peligroso y puede huir.

—Calma, calma… Usted ya no trabaja en la policía, lo retiraron del cargo hace muchos años por trastorno de personalidad múltiple. Lleva viviendo aquí tres años.

El antiguo inspector se sintió desorientado, como si fuera la víctima de uno de los relatos de Sherlock Holmes.