XX Edición
Curso 2023 - 2024
El lenguaje olvidado
de las miradas
Yiting Chi, 18 años
Colegio IALE (Valencia)
En la clase de filosofía, el profesor lanzó una pregunta al aire: «¿Cuándo fue la última vez que nos hemos mirado a los ojos, los unos a los otros?».
Hizo una reflexión posterior sobre el estado de la interacción humana en esta era digital, que me hizo pensar en que, en un tiempo en el que la tecnología se alza como un titán que requiere en exclusiva nuestra atención, los adolescentes hemos relegado el arte de mirarnos a los ojos, dejándolo en la penumbra del olvido y lo accesorio.
Es cierto que el deslumbrante avance de la tecnología ha transformado la forma en la que nos comunicamos: las plataformas nos conectan los unos a los otros con apretar un botón, a la vez que, paradójicamente, nos alejan de la esencia misma de la comunicación: el contacto interpersonal.
En esta era repleta de pantallas brillantes y notificaciones interminables, estamos poniendo el riesgo la capacidad natural de sumergirnos en la profundidad de una mirada. Apenas nos detenemos a apreciar los matices de las emociones reflejadas en la expresión facial del otro, a captar el lenguaje no verbal que tanto enriquece nuestras relaciones. La pantalla se interpone como un muro que nos aísla del mundo que nos rodea. Nos empeñamos en capturar cada momento con la lente de un dispositivo, pero olvidamos la magia de experimentar la vida en su forma real.
No todo está perdido. En medio del tumulto digital, pervive la autenticidad en conversaciones que fluyen como un río sereno y en las risas que estallan en el aire, sin filtros ni ediciones. En esos momentos de conexión genuina, redescubrimos el valor de mirarnos a los ojos, y así encontramos la hondura de una persona que cuenta historias completas, emociones que trascienden las barreras del lenguaje algorítmico. Es un recordatorio de nuestra humanidad compartida, de nuestra capacidad para comprender y ser comprendidos.
Quizás ha llegado la hora de desafiar al huracán digital para rescatar el arte de mirarnos a los ojos. De regresar a ese espacio sagrado donde las palabras fluyen con la misma naturalidad que el silencio, donde las emociones se entrelazan sin necesidad de emoticonos y donde la amistad, la familiaridad, el entendimiento y el amor se convierten en faros que guían nuestros pasos en mitad del laberinto tecnológico.
Buscar el misterio del otro en la profundidad de su mirada trasciende las fronteras de la virtualidad para llevarnos, de nuevo, al terreno de lo real.