IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

El mensaje de un guiño

Patricia Mendilibar, 14 años

                   Colegio Aura (Tarragona)  

Estaba tan feliz de haber llegado a Valencia que me pareció que las bandadas de palomas dibujaban una sonrisa sobre el cielo primaveral. La plaza de la Virgen estaba abarrotada. Era el día de la ofrenda floral, el centro de las fiestas de las Fallas. En el autobús había escuchado a una mujer explicar con arrobo lo que significaba esa celebración popular a los pies de la Virgen de los Desamparados, patrona de la ciudad.

Cuando me bajé del autobús me dirigí directamente a la Plaza a través de las calles empedradas del centro. A medida que mi destino se aproximaba, el aroma a flores asaltaba a los peatones y la gente inspiraba hondamente disfrutando de la pureza del aire aromatizado con perfume de flores.

Al llegar a la Plaza de la Virgen, advertí que aquel acto era merecedor de todas las alabanzas que anteriormente había oído. Apareció una estructura de madera en cuya cúspide se hallaba la cabeza de la patrona. Muchas personas vestían el traje regional. Jóvenes, mayores e, incluso, niños que no contaban todavía el año se acercaban a depositar sus ramos, que varias personas subidas a unas escaleras recogían para ir tejiendo con ellos aquel manto multicolor. Alrededor descubrí carros repletos de rosas, claveles, tulipanes…

Di una vuelta a lo largo de las verjas del camarín de la Virgen y tomé varias fotografías para la posteridad. Cuando me iba a ir, me giré para prometer a la Madre de los Desamparados que volvería. Sentí que la Virgen había escuchado mi promesa.

Hoy, si alguien me preguntara por la Ofrenda no quitaría ni una coma de la explicación que yo escuché en aquel autobús.