XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

El Papa Noel del “Siete” 

Iñigo Goñi, 16 años 

Colegio Erain (San Sebastián) 

La cafetería “Siete” era un lugar adonde iba la gente a relajarse. En su interior se respiraba una plácida sensación de calma, que contrastaba con el ajetreo de la gran ciudad. Los clientes se acomodaban en elegantes sillones de cuero mientras leían a grandes maestros de la literatura, como Dostoievski o Dickens, y tomaban alguna bebida caliente. 

En la puerta del afamado local había un hombre que pedía dinero. Vestía un pantalón de chándal raído por el continuo uso, una camiseta con manchas de grasa, una gorra que parecía sacada de la basura y unas zapatillas que originalmente fueron blancas pero que habían adquirido un tono marrón. En pocas palabras, presentaba un aspecto lamentable. Se pasaba el día pidiendo limosna con un vaso negro de cartón. Si alguien le echaba una moneda, sonreía y se tocaba la gorra.

–Que usted pase un buen día. 

Una mañana el mendigo observó a una madre que reñía a su hija adolescente:

 –Te digo que no te voy a comprar un piano. 

–Pero el profesor de música me ha dicho que tengo un don para ese instrumento- argumentó la muchacha para convencerla.

-¡Clara Martínez!... ¡He dicho que no! ¿No ves que casi no tenemos dinero? No podemos gastarlo en una estúpida ocurrencia. ¡Y se acabó! –sentenció la mujer al ver que iba a replicarle.

–Pues sigo pensando que tengo el don –masculló la hija entre dientes. 

El vagabundo las vio marcharse con un brillo de melancolía en los ojos. Entró en la cafetería y comenzó a pedir ayuda con una insistencia llamativa. Cuando se dio por satisfecho, salió del local. Un frío penetrante le detuvo por un instante en su secreto propósito. Pero enseguida comenzó a andar hasta desaparecer por las calles.

A la mañana siguiente un sollozo despertó a Clara.

–No puede ser… –se lamentó su madre con gran sufrimiento.

–¿Qué ocurre, mamá?

-Se ha muerto Manuel, el hombre que pedía dinero en la puerta de el “Siete”. 

Clara sabía que aquel hombre le tenía especial cariño. Recordó el juego de motes que tenían: cuando ella pasaba por delante del bar, ella lo llamaba Papa Noel y él la llamaba Princesita. 

–¿Cómo ha ocurrido? –preguntó con pena.

–Se conoce que de un ataque de frío. Dicen que ayer vendió las pocas cosas que tenía y durmió en la calle.

–¿Y por qué lo hizo?  –Clara se dejó llevar por la curiosidad. 

–¿Quién lo sabe? 

En aquel preciso momento llamaron al timbre. Cuando la mujer abrió la puerta se llevó una sorpresa. Unos operarios traían un piano. 

–¿Clara Martínez? –preguntó uno de los repartidores. 

–Sí, es mi hija, pero… ¿quién envía este instrumento?

–Pues no sé si se trata de una broma –torció la boca al leer el albarán–. Aquí pone “El Papá Noel del Siete”.

***

–¿Clara?...

La artista pareció despertar de sus recuerdos.

–Perdón, me he distraído.

–Te preguntaba ¬–habló el presentador del programa de televisión– por tus inicios, cuando saltaste del anonimato a la fama.