XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

El peñón 

Jorge de la Cal, 16 años

Colegio Peñalvento (Madrid)

El viento sacudía inmisericorde, día y noche, aquel peñón situado en mitad del mar. Sus ráfagas se colaban por los resquicios de la cabaña, la única vivienda del islote, construída con tablones que el tiempo había medio podrido.

En su interior, el conde del Partido del Raso se entretenía en cubrir aquellos agujeros con pegotes de barro, pero en cuanto estos se secaban caían al piso, empujados por la fuerza del vendaval. 

<<Ay, si tuviera mi instrumental…>>, se lamentó. 

Porque cuando los soldados del rey le detuvieron, le obligaron a dejar atrás los libros de magia, su colección de minerales y ungüentos, así como las marmitas y los cazos en los que hacía hervir sus mezclas mientras leía conjuros.

Había sido acusado de hechicería y alta traición por tratar de asesinar al rey. Si bien es verdad que era diestro en los usos de la magia y que deseaba instaurar una república, la última acusación era completamente falsa, una simple excusa para quitarle de en medio.

Llevaba varios días escuchando extraños ruidos en el exterior de la cabaña, pasos que se acercaban y alejaban, murmullos… pero cuando se asomaba para conocer qué los causaba, no podía determinar de dónde procedían. Empezó a pensar que eran delirios suyos cuando, de repente, vio a lo lejos –a través de uno de los múltiples agujeros de la cabaña– una sugerente figura que aparecía y se desvanecía una y otra vez.

A pesar de la fuerte lluvia, se decidió a seguirla. Por un intrincado camino llegó a unas grutas estrechas que consiguió atravesar gracias a su delgada constitución. Al final de ellas vislumbró una sala circular, donde la figura desapareció. En la mitad del lugar había un gran cristal verde cubierto de plantas.

-¿Qué es este sitio y qué eres? ¡Contéstame! –exigió el conde a viva voz.

-No te preocupes; todas tus dudas serán disipadas -le respondió una misteriosa dama, que era a quien había seguido y que se materializó a la vez que pronunciaba esas palabras- .Tengo muchos nombres, pero puedes llamarme Savia. Estás en el corazón del islote y, por tanto, en mi corazón, pues yo soy la isla misma.

Al verla de cerca, el conde apreció sus rasgos: era de distintas tonalidades de verde según las partes de su cuerpo. Parecía una planta con aspecto de mujer.

Además, el anciano comprobó que en el extraño cristal se formaban imágenes en las que él aparecía regresando al reino, derrocando al Rey e instaurando una república aclamada por los habitantes de la ciudad. Como hipnotizado, se acercó al cristal que le mostraba sus deseos más profundos.

-Todos tus anhelos se cumplirán -le anunció Savia a la vez que le abría el paso, instándole a que se aproximara aún más al curioso objeto.

El hechicero, sin poder resistirlo, se abalanzó sobre el cristal, que al instante le transformó en una estatua de vidrio.

-Otro desgraciado que cae en mi trampa -se dijo la dama, que abrió una puerta en una de las paredes de la cueva, que comunicaba con una sala repleta de estatuas con seres de todas las clases: elfos, hadas, hombres… La vegetación que les envolvía iba absorbiendo la energía de sus cuerpos-. También podré alimentarme de este anciano prisionero.

Acto seguido, unas ramas surgieron de la habitación y se introdujeron en el cuerpo cristalizado del conde, para empezar a succionarle la energía. Y Savia refulgió.