VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

El pianista

Marta Verdejo, 15 años

                 Colegio IALE (Valencia)  

Nada más terminar de arreglar a Carla, mi madre la llamó para repasar con ella la pieza que interpretaría en el concurso musical Ya le dije que ensayar minutos antes sólo la pondría más nerviosa, pero mi madre es muy exigente con sus alumnas, sobre todo con Carla porque tiene un talento especial para la música.

Mientras ellas practicaban, yo ocupé mi asiento entre el público. No quería perderme ninguna actuación instrumental, aunque aún siguieran con la categoría de voz. Por distraerme, dirigí la mirada hacia mi mano, en donde tenía los restos del número de un móvil escritos a bolígrafo; solo podían distinguirse los cinco primeros dígitos.

La noche anterior había salido con mis amigas. Fuimos a un bar para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Sin embargo, todo fue de mal en peor: apareció el novio de la celebrada con malos modos, pidiéndole explicaciones por uno de tantos problemas y acabaron discutiendo, como siempre. Las demás nos alejamos de ellos y pasamos el tiempo con unos amigos con los que nos habíamos encontrado.

La cena fue aburrida, así que me acerqué a la barra par distraerme un poco. Al levantarme me choqué con un chico que me derramó un vaso encima. Después de disculparse, me acompañó mientras me secaba. Entonces, empezamos a hablar. Me contó que tocaba el piano y trabajaba como dependiente para pagarse las clases. Por su pasión en lo que contaba, noté que amaba la música tanto como yo. Y al fijarme en sus manos, me di cuenta que eran muy ágiles, como las de un buen pianista. Su voz melodiosa y su forma de hablar de la música me emocionaban y se me hizo apasionante escucharle. Cuando llegó la hora de marcharme, me cogió de la mano y me escribió su número de móvil.

De vuelta a casa, por una razón o por otra, se me borraron los últimos dígitos, lo que hacía complicado que volviera a encontrarme con aquel apasionado chico. Suspiré con tristeza.

Al incorporarme en el asiento, me di cuenta de que había comenzado la categoría instrumental. Empezó un pianista una canción tan bella que me recordó al chico de la noche anterior. ¡Tenía que ser él! Pero estaba de espaldas a mí y no conseguí verle la cara. Cuando finalizó su interpretación y llegaron los aplausos, me dirigí hacia las bambalinas para buscarle.

Había un grupo de personas felicitando al pianista. Cuando conseguí hacerme un hueco entre todos ellos, le miré fijamente, le di mi enhorabuena con una sonrisa y me volví a mi butaca azorada. No era él. Toda la ilusión de volver a encontrarle se había convertido en decepción… Pero no me voy a dar por vencida, sé que nos volveremos a encontrar alguna vez.