XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

El premio 

 Teresa Vinuesa, 16 años  

                Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

Aquel día Natalia tuvo un buen presentimiento; jamás habían sacado una papeleta con su nombre ni su número de una urna, pero un pellizquito en el estómago le decía que en aquella ocasión iba a tener suerte.

La sala estaba llena de gente de todas las edades: desde niños de dos años acompañados de sus madres hasta ancianos, todos con la esperanza de que les tocara el premio.

Comenzaron a entregar los premios de menor valor: gorras, camisetas, patines… Más adelante llegaron las bicicletas —e incluso motos— y otros regalos de mayor importancia. Finalmente levantaron en el aire el sobre con el obsequio que todo el mundo estaba soñando. El hombre que dirigía el sorteo sacó una papeleta de la urna, se acercó el micrófono a los labios y la desplegó mientras todo el mundo contenía la respiración.

—Tres mil doscientos sesenta y uno.

Natalia se quedó boquiabierta. Comprobó una y otra vez la cifra que aparecía en el papel que tenía en su mano. ¡Era el suyo, su número! Entonces echó a correr hacia el escenario entre saltos y gritos de alegría.

—¡Por primera vez en mi vida gano un sorteo!

Además, era el premio por todos deseado: un viaje para tres personas y con todos los gastos pagados a Nueva York.

Su hermana, que vivía en la Gran Manzana, iba a tener un bebé en dos meses. Sus padres y ella deseaban con todas sus fuerzas ir a visitarla, pero por razones económicas no se lo podían permitir.

Al recibir el tarjetón junto a la mesa del jurado, Natalia concluyó que las cosas buenas se hacen esperar.