IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

El reencuentro

Adriana Montañana, 16 años

                  Colegio Guadalaviar (Valencia)  

Carola se encendió un nuevo cigarro, aspiró el humo y miró a su alrededor. La fría estación, como hacía un año, esperaba casi vacía y silenciosa a los heridos en batalla. El tren se retrasaba, una vez más. De nuevo sentía la atenaza de los nervios y esa presión en el pecho. Hacía tanto que no veía a su marido… Echaba de menos su mirada y sus manos: grandes, fuertes y masculinas, dispuestas a sostenerla siempre.

Paolo y Carola se casaron seis años antes de la gran guerra. Con la invasión, todo se complicó. Paolo se marchó al frente y comenzaron los meses de incertidumbre, pensar sin descanso: ¿viviría? ¿estaría preparado para las horribles cosas que vería en las trincheras? ¿Le herirían? ¿Sería el mismo cuando volviera? ¿volvería...?

Carola recordaba la primera partida de Paolo, dos años atrás. Después se sucedieron varios regresos fugaces acompañados por la esperanza de que acabara aquella guerra que les mantenía separados. Eran jóvenes y deseaban tener hijos.

Tenía tantas ganas de volver a verlo que no le importaba que le hubieran herido de gravedad en una pierna, como le anunciaron en un telegrama. Durante su curación estarían juntos.

El cigarrillo se consumía lentamente, inundando los pulmones de Carola, que se había puesto su abrigo nuevo, el mejor vestido. Incluso se había dado color en los labios y las mejillas. Quería que él la viera como antes de la guerra, como la había recordado durante aquella separación en la que ella se había entregado al tabaco.

Carola escuchó el sonido lejano de la locomotora, oteó las vías y contempló la máquina de vapo que le traía a Paolo.

El tren se detuvo entre chirridos y vapores. A Carola se le secó la boca. La espera había terminado. Sacaron a Paolo en una camilla. Sus compañeros le entregaron un par de muletas y le levantaron. Carola, al verlo en pie, corrió hacia él y se abrazaron.