XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

El reflejo

Diana Gómez Moreno, 16 años

Colegio Altozano (Alicante)

Sentía el frío y la oscuridad dentro de la nada. A no ser que ella se acercase al espejo, permanecía sumido en penumbra, lamentándose en silencio, tiritando.

Desde que tenía memoria la miraba con envidia. Anhelaba disfrutar de lo que ella disfrutaba: del sol, la familia, los juguetes, los amigos y todas las maravillas de las que él vivía privado en su cárcel, convertido en marioneta, obligado a sonreír a placer cuando a ella se le antojaba.

Sin embargo, un día, cuando ella terminó de maquillarse ocurrió algo imprevisto: tras admirarse en el espejo, se vio tan prendada de su habilidad para las pinturas que, sonriendo satisfecha, se acercó al cristal más de la cuenta y le dio un beso. En ese momento, con ambas manos en la superficie helada, el reflejo sintió por primera vez el calor de la vida en sus palmas. Fue una sensación a la que no podía renunciar, de modo que, en un visto y no visto, la agarró de las muñecas y tiró de ella con fuerza. 

El característico estruendo del cristal que se rompía sobresaltó a los padres de la chica, que corrieron al baño para asegurarse de que su hija estaba bien. Cuando abrieron la puerta, con el corazón en un puño, se la encontraron tirada en el suelo con los trozos de cristal a su alrededor. 

–¿Estás bien, cariño? –le preguntó su madre, apartándole el pelo de la cara con cuidado, buscando algún corte.

La joven ladeó la cabeza, pero no respondió. Preocupados ante su extraño silencio, la ayudaron a levantarse y la sacaron del baño. 

Tal era su intranquilidad que no se percataron de que algunos de los pedazos de espejo repiqueteaban suavemente contra el suelo, al golpear su hija las paredes de su inesperada cárcel.