XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

El reto 

Fernando Barreiro, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

El plazo había expirado; ya no había más tiempo para crear un texto bello e inspirador. Atrás quedaron los numerosos momentos en los que Nicodemo trató de encontrar un punto de partida para construir un relato que generase un encendido entusiasmo y una emoción duradera en aquel que tuviera la oportunidad de leerlo. Debía despertar el interés mediante el argumento, la belleza de las palabras y la calidad en la expresión. 

Nicodemo pensaba cómo serían las felicitaciones que iba a recibir y lo contentos que se pondrían su padres. 

<<Quién sabe si me darán un premio. En ese caso, tendré que decirles a mis amigos que asistan a la entrega. Quizá tenga que pronunciar un pequeño discurso>>, pensó.

Pero los días fueron pasando y lo que en un principio se le presentó como una mera elección,  fue transformándose en una pesadumbre que abotargaba a Nicodemo. Los fines de semana pasaron también y sólo el domingo por la noche, en su habitación, a oscuras antes de conciliar el sueño, se decía:

<<Esta semana empiezo, porque hasta ahora no he tenido tiempo. Claro, que he comenzado la catequesis, los exámenes, las clases de pádel…>>, y en esta enumeración del Nicodemo ocupado con el Nicodemo escritor siempre terminaban por imponerse los argumentos del primero.

Tras una lectura detenida y completa del reto que se le presentaba, pensó que ya podía abrir la compuerta para que las palabras se mezclasen con la historia que, a buen seguro, iba a nacer. Así fluiría su talento.

Sin embargo, sucedió que aquella lectura le produjo una sensación, a partes iguales, de Ilusión y temor. La ilusión ya la había experimentado, por lo que un temor desconocido fue ganando terreno hasta invadir sus pensamientos. Nicodemo llegó a la conclusión de que el reto requería llevar una mochila repleta que él, sin embargo, sentía que estaba vacía. 

Podría haber representado en palabras cada historia, cada sentimiento o pensamiento adquirido a lo largo de sus catorce años. Pero el miedo fue decapitando cualquier intento de enlazar dos ideas. 

Nicodemo elevó su voz apenada, de forma que fue respondida por otra voz. Igual que los vampiros perecen cuando se exponen al sol, la voz hizo perecer su desánimo y transformó su pensamiento. Así logró que sus temores fuesen disipándose. Así empezó a liberarse del invasor que estaba acabando con su ilusión de escribir. La única condición fue expresar la verdad. De esta forma, la mochila de Nicodemo fue llenándose , al principio con pequeñas concesiones en forma de “sí”, para continuar con frases completas que fueron arrancando al engaño para terminar con una rica variedad de argumentos. 

Pero el punto de partida seguía sin esclarecerse, no por escasez sino por exceso de opciones. Por esta razón Nicodemo pensó que merecía la pena contar su aventura de escritor. El fin del plazo temporal dio paso al comienzo de su escrito.