XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

El semillero de
la inspiración 

Antonio Iniesta, 15 años

Colegio El Prado (Madrid)

Llevo tiempo buscando inspiración, al objeto de crear mi primer artículo para Excelencia Literaria. Las ideas me llegan desde mi vida cotidiana, y lo primero que hago es consultarlas con mi familia. En la cena me ayudan a descartar unas, profundizar en otras y buscar nuevas posibilidades. Aunque tengo muchos tíos y primos, mi madre es mi mejor consejera, así como mis abuelos, que me cuentan muchas anécdotas, y mis hermanos, que otorgan a sus ocurrencias un toque infantil.

Mi familia es mi fuente de inspiración. Las circunstancias que nos rodean son un verdadero tesoro para mi afán literario. Diariamente llegan las tertulias, las discusiones y las peleas, acompañadas de sucesos domésticos y de ocurrencias pasadas.

Tengo un antepasado que viajó a Perú, en donde creó una editorial. Otro emigró a Nueva York, para vivir el sueño americano. Por parte de mi padre, hay generaciones que están afincadas en Albacete, algunos al frente de sus bodegas después de haber pasado la infancia vendiendo agua fresca en la feria de la ciudad.

No hace mucho que he necesitado un tropel de propuestas para enfocar diversos proyectos escolares, para las que me vi en la necesidad de llamar a seis  tíos y a dos abuelas. Como veinte cabezas piensan mejor que una, juntos hemos solucionado mi agotamiento creativo. 

La familia utiliza un sistema de intercambio propio de la edad antigua. De forma altruista, unos ayudamos a los otros en lo que podemos, y damos nuestra opinión. El receptor de esa ayuda hará lo mismo cuando le corresponda. No siempre es así de generoso; en las golosinas, por ejemplo, tenemos entre nosotros lo que popularmente se suele llamar “comercio”.

Es una creencia popular que la inspiración creativa se halla en el silencio. En mi caso, ocurre lo contrario, pues me viene en la cocina, en el salón o con el barullo, a la hora de irnos a la cama. Y llega en las tertulias y en las conversaciones; cuantas más, mejor. Esto convierte la escritura en un proceso, como quien hace innumerables pruebas antes de lanzar un nuevo producto.

Lo ordinario sería tener un editor. Yo tengo siete.