XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

El último día de marzo 

Maria Saldaña, 18 años 

Colegio La Vall (Barcelona) 

Llueve, llueve, llueve, llueve, llueve… 

Con cada gota que choca contra los cristales vuelvo a escuchar la cantilena. Mi cabeza, como la lluvia, repite: llueve, llueve, llueve… El verbo me taladra el pensamiento, si es que sigo pensando, porque ya no estoy segura de ello. Solo sé que llueve, llueve, llueve… 

¡Ojalá dejara de hacerlo! ¿El qué?... No voy a repetirlo.

Contra todas las ventanas, contra cada uno de los cristales que me envuelven llueve, llueve, llueve… 

Es como si las gotas repiquetearan sobre un ejército de ollas vacías, como si llamaran a mi puerta, como si se colaran en mi casa. La lluvia me persigue, entra en mis oídos, colma mi cerebro. Y aunque aquí dentro nada se moje, al ver cómo llueve, llueve, llueve… me siento empapada. 

Sobre mi cabeza se desparrama una regadera, por cuya boca también llueve, llueve, llueve, llueve... Pero ahora entiendo lo que la lluvia me intenta gritar. Parece como si las gotas que llueven, llueven, llueven… con más intensidad, quisieran clavarse en mis ventanas para repetirme: <<¡Despierta, despierta, despierta…>>.