IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

El verdadero secreto
de Harry Potter

Isabel Rodríguez Alenza, 15 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)  

Con motivo de la reciente publicación del último tomo de Harry Potter, “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, leí una crítica que rezaba algo así: “(…) se completan de esta manera las aventuras del mago, convertidas en un fenómeno cinematográfico (o quizá literario)”.

Los libros de Harry Potter componen una colección que pasará a la Historia, que perdurará a través de los años. Aunque no sean trascendentales ni realistas, enganchan a quien se inicia con el primero de los tomos. ¿Cuál es su secreto? Hay que quitarse el sombrero ante J.K. Rowling como lo haríamos frente a Shakespeare, Cervantes o Tolkien porque la escritora británica ha creado un universo propio: un deporte, problemas económicos (los de los Weasley, la familia del mejor amigo de Harry), un gobierno, un banco, tiendas… El mundo de Rowling ha permitido a millones de niños del mundo, agazapados y con linternas en la cama, tal vez en el baño, es decir, en su escondite, cerrar los ojos y sentirse dentro del libro. Les ha permitido ser Harry Potter y les ha regalado, aunque solo sea por el breve espacio de unas cuantas páginas, un pequeño trozo de felicidad.

Harry es un muchacho fácilmente identificable: no es muy buen estudiante, tiene problemas para conquistar a las chicas, físicamente no es muy agraciado y para la mayoría es un “bicho raro”, lo que en nuestra jerga llamaríamos un “pringao”. La posibilidad de que alguien así se pueda convertir en el salvador del mundo, en el elegido, en “el-niño-que-vivió” apasiona a millones y millones de personas.

Los siete volúmenes te muestran la evolución de los personajes y la perspectiva desde la que es narrada su historia. Tras leer el último, después de respirar hondo para aliviar la tensión acumulada, siento lástima de algunos valores que se pierden, que quedan asomados pero la escritora tapa rápidamente. En los primeros libros y casi como sin querer, Rowling deja entrever los valores, pero no se moja. Ya en el cuarto empiezan las muertes “de verdad”, y en el quinto la moralidad flaquea; muchas hormonas y demasiada tensión adolescente. El sexto es neutral: ni sí ni no, ni bien ni mal. Pero en el séptimo aparece una frase del San Pablo (1 Cor 15, 26):

“El último enemigo que será derrotado es la muerte.”

“(…) la última frase la leyó en voz alta (…) Y se le ocurrió una idea horrible que le produjo una especie de pánico:

“¿Eso no es un concepto propio de mortífagos? ¿Qué hace aquí?

-No significa derrotar la muerte en el sentido que manejan los mortífagos, Harry -lo tranquilizó Hermione con dulzura-. Significa…, ya sabes, vivir más allá de la muerte. Es decir, la vida después de la muerte.”

Se me ocurre pensar en el bien que hubiera podido hacer Rowling si se hubiese comprometido un poco más. Si llamara a las cosas por su nombre: amistad, amor, valor, coraje, lealtad, humildad, confianza, paciencia... Rowling hubiese podido transmitir esos valores a millones de personas. Y sus lectores se lo habríamos agradecido.

Quizás pensarás: “¡Bah! Nadie cambia por un libro”. Es cierto. Por un libro, no, pero el valor que has aprendido te hace mejor, se queda en tu corazón y el día menos pensado, notas algo que te recuerda aquello que aprendiste una vez… Con un libro de Harry Potter.