VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Elena

Mª de los Reyes del Junco, 16 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

Sus alas livianas rasgan el frío aire del bosque. Sus labios secos entonan un cascado y triste canto. Sus ojos se pierden en la piel verde en la que habita. Su corazón resquebrajado lame el rocío que aún se acumula en las telarañas. Dulces gotas. Dulces recuerdos. Dulces alicientes para seguir viviendo.

Un cuerpo enjuto se estremece. ¿Qué le pasa al hada del bosque? Su luz se enfría al tiempo que todo se torna gris. Gris vida la del hada Elena. Una noche escapó para entregarse a los brazos de aquel pastor arrogante que ahora la tiene sumida en la melancolía.

La luna es una sonrisa de gato. Destino burlón. “Te lo dije”. “Cállate, por favor. Cállate”…

Las alas de un hada son débiles. Si no se las cuida como se debe, no pueden volar. Elena no puede volar porque ella misma se arrancó las alas. Ella misma se las entregó al muchacho como prueba de su amor.

-Te entrego mi vida.

Fui testigo de cómo aquel desgraciado se disolvía en las entrañas del bosque. Pobre Elena… Nadie le había advertido de las consecuencias de su amor. De haberlo sabido hubiese elegido a un sátiro en vez de a un hombre.

A lo lejos, el bosque se estremece con un aullido de lobos ante la luna, que es una sonrisa de gato.

Elena duerme y yo, con mis ramas, arropo a la persona amada por la que vivo, por la que sufro y a la que anhelo volver a tocar con manos humanas.