IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

En busca del regalo perfecto

Alfonso Muerza , 17 años

                  Colegio Irabia (Pamplona)  

Cada vez que llega noviembre me surgen dos problemas: el primero es el cumpleaños de mi padre. El segundo, seis días después, el de mi madre. Teniendo en cuenta que quiero festejarles con un regalo y que no tengo dotes para escoger, convierto este suceso en un gran dilema.

Siempre se ha dicho que las mujeres tienen capacidades especiales para controlar este tipo de situaciones, porque son de por sí detallistas. La realidad es que yo soy el mayor de tres hermanos varones y que la única mujer a la que podría pedir ayuda tiene solo siete años. Así pues, me embarco en la aventura que podríamos titular: “En busca del regalo imposible”.

No quiero salvar el escollo comprándoles cada año la típica corbata o el susodicho perfume de una marca no demasiado costosa pero que tampoco se queda corta en el precio. Así que, analizando la situación, atravieso el centro de mi ciudad (Pamplona) en busca de ese “tesoro escondido”. Voy viendo tienda tras tienda y, ¿para qué nos vamos a engañar?, me parecen todas iguales. Por tanto, no me queda más remedio que acudir a lo que catalogo como un “totum revolutum comercial”, el Corte Inglés. Una vez en su interior leo el cartel que expone lo que podemos encontrar en cada una de las plantas. ¿Quién sabe...? Podría estar ahí escondida la clave de la situación.

Pero tampoco me convence nada. Como consecuencia, empiezo a desglosar cada una de las secciones en las que está dividido el centro, intentando contactar con mi hada madrina para que convierta mi gusto, por una hora, en el de mi madre. Como eso no sucede, continúo buscando el preciado tesoro. Tras visitar moda, música, películas, electrónica, hogar..., me doy por vencido.

Bajo por las escaleras mecánicas, abatido tras haber perdido la batalla, me dispongo a salir por otra de las puertas y descubro al fin algo que puede hacer ilusión a mi padre: ¡una percha para colgar corbatas! Tiene su lógica, porque la última vez que fui a su armario para coger prestada una, se me cayeron todas al suelo. De esta manera, por fin un regalo perfecto y de precio aceptable.

Me fui satisfecho a casa porque ya había cumplido la mitad de mi misión, aunque apesadumbrado... ¿Qué pasará dentro de seis días, cuando tenga que ir a por el regalo de mi madre? ¿Tendré la misma suerte?