IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

En espera del próximo verano

Beatriz Fdez Moya, 15 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

La época del año que más me gusta es el verano. Entonces, al fin, puedo salir a tomar un poco de aire fresco mientras escucho el suave romper de las olas contra la orilla. Las demás estaciones se me hacen tediosas, pues me las paso encerrada en un trastero junto al arsenal de palas y cubos de los pequeños, las tablas de surf, la nevera. Mis amos son la familia Heinz. Mientras ellos no están, las polillas del trastero se encargan de “alegrarme” el día rompiendo a base de pequeños mordisquitos mi bonita tela multicolor.

Me encanta sentir como le gano la batalla a la arena, que se aparta ante la punta de mi palo para que me pueda incrustar cómodamente. Toda la familia se instala a mi alrededor, intentando guarecerse a mi sombra, pues aunque la señora Heinz embadurna a todos de crema, terminan los primeros días rojos como cangrejos. Los pequeños juguetean a unos metros de mí, para no salpicar de arena a los mayores. A media mañana corren todos a bañarse. Alguna que otra vez me ha pasado que el viento, viéndome sola, con ganas de molestar se ha encargado de jugarme una mala pasada haciéndome volar por los aires. Mientras, rocía con su metralleta de arena a los que corren a salvarme. Lo que más me gusta es cuando, pasados los baños y los malos tragos, se reúnen a mí alrededor para comer un bocadillo, haciéndome sentir como una gallina que protege a sus polluelos.

Estas vacaciones un nuevo miembro se ha unido al clan playero: la abuela Rose. Tras la profunda melancolía en la que se vio sumida a raíz de la muerte de su marido, su hijo, el señor Heinz, decidió que nos acompañara, pues necesitaba un cambio de aires. Mucho aire no le dio; se pasa los días recostada en la hamaca, a mi sombra, y se dedica a relatarme sus muchos males. A pesar de que no se cansa de hablar, creo que sólo yo la escucho. Me divertí el día que invitó al señor Ferrocol, un viudo conocido de la familia, a sentarse en mi sombra. Se lo pasaron en grande contándose sus enfermedades y medicamentos mientras jugaban a las cartas.

Este año hemos tenido más espacio, pues la Junta ha habilitado, según le he oído decir al señor Heinz, unos toldos a unos metros de donde nosotros nos situamos. Mucha gente ha decidido prescindir de sus habituales sombrillas para no andar cargándola del coche a la playa y de la playa al coche. ¡Que desagradecido es el ser humano! Gracias al cielo la familia Heinz me es fiel, aunque todas las mañanas hay peleas por ver quién me cuelga al hombro.

Como todo lo bueno, el verano también llega a su fin. El último día de vacaciones nos situamos en fila para decirle adiós a la playa, prometiéndole que volveríamos al año siguiente. El mar nos sonrió agradecido, lanzándonos una ola, que ha pesar de la distancia nos puso chorreando.

Me he fijado que este año han puesto unas grandes cajas de plástico amarillo a la salida de la playa. En ellas se lee: cuida el medio ambiente. En una de ellas me ha depositado el señor Heinz para después alejarse, riendo y bromeando como de costumbre. A mi alrededor de apilan otras sombrillas y una bolsas oscuras con un contenido blando que huele mal. Pero son cómodas y no se ven polillas sino unas pequeñas moscas que te hacen cosquillas cuando se ponen a caminar. Así que mi querida familia ha pensado en mi bienestar. Aquí me quedaré en espera de que llegue el próximo verano.