XI Edición
Curso 2014 - 2015
En las profundidades
del océano
Beatriz Silva, 12 años
Colegio Vilavella (Valencia)
Como cada mañana, salió al puerto a pasear. Aspiró el aroma salado que tanto le recordaba a su tierra natal y se dirigió al embarcadero para observar los lujosos yates allí atracados, para después caminar hasta el final de la playa, en donde descansaba un pequeño pesquero con sólo un camarote. Era suyo.
Mientras esperaba al equipo técnico de buceo, pensaba en las profundidades del océano: corales con formas extravagantes, peces de mil tamaños y colores, grandes ostras con una blanca y pulida perla…
Una vez en alta mar miró la puesta de sol, cuyos rayos se reflejaban en las tranquilas aguas, dándoles un toque de color dorado, como si fuera oro líquido. El momento se acercaba...
Durante el resto del viaje conversó con el equipo sobre la posición del mapa y el instrumental de buceo, leyó los últimos artículos de la revista científica para la que escribía y revisó la videocámara acuática.
Anclaron en el punto que tenía prefijado, se vistió con el traje de licra y se encasquetó los tubos de oxígeno. Se enrolló la cuerda a la cintura y, una vez anudada, la ató fuertemente a la barandilla del barco. Mientras se colocaba la videocámara en la cabeza, dudó si merecería la pena correr aquel riesgo.
Se lanzó a las aguas con un salto hacia atrás. Una vez dentro, dio una última boqueada de aire y se sumergió.
Llevaba diez minutos de inmersión y todavía no había visto nada. De pronto se fijó en una sombra alargada que se acercaba a toda velocidad. Se trataba de un tiburón blanco, una bestia enorme con la boca doblemente dentada. Asustado subió rápidamente por la cuerda sin perder de vista al monstruo, que nadaba cada vez más cerca. Pensó que su final se acercaba. Rezó un padrenuestro sin dejar de subir.
Cuando más cercano estaba el tiburón, supo que había llegado el final, pero para su sorpresa, en vez de atacar, el animal pasó por encima de él para lanzarse contra un ballenato que encontró la muerte en las poderosas mandíbulas del escualo. Aliviado, solo pensaba en salir a la superficie.
***
Relajado en su sillón, pensó en lo sucedido dos semanas antes. Gracias a su osadía había conseguido las mejores imágenes para aquel documental de deportes de riesgo.