VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

En una novela

Teresa Reinoso, 17 años

                 Colegio Montealto (Madrid)  

-Tsh. Dominico... Despierta que nos está leyendo.

-Hmm…

-Venga, Dominico, que va a dejar de leernos. Abre aunque sea un ojo y hazle un poco de caso.

-¿Quién nos está leyendo? ¡Ah! Ese… Pero mira qué cara de empanado tiene ¡Anda, y déjame dormir!

-Dominico, por favor... No te vayas, no te vayas lector. Venga, Dominico, haz alguno de esos grandes discursos que tú sabes.

-Pedro, que quiero dormir... Mira, hoy te dejo ser el protagonista. Entretenlo tú y no me molestes más. Buenas noches.

-Lo siento, lector. Hoy Dominico está un poco cansado. A lo mejor si vuelves otro día… ¡No, no, no te vayas! Déjame que me presente. Soy Pedro. Pedro sin más. Pero, si te parece, como hoy soy el protagonista, voy a buscarme un apellido… Ibáñez. Hoy soy Pedro Ibáñez. ¿Y tú, cómo te llamas? ¿No me contestas?... Ah, entiendo. Has venido a leer, no a hablar. Bueno, no te preocupes. Lo entiendo. Es lo que se suele hacer... No sé cómo entretenerte; nunca había sido el protagonista. Ah, ya sé, voy a llamar a Gisela. ¡Gisela, Gisela! Lector, prepárate para conocer a la chica más bella. ¡Gisela! Mírala, ahí viene. Qué bonito trae el cabello. Y aunque es rubia, no tiene un pelo de tonta… Hola Gisela.

-Hola, Pedro. ¡Uy! ¿Pero quién es el que nos está leyendo?

-Mi lector.

-¡Hola lector!

-No te molestes. No va a contestar. Al fin y al cabo es un lector, no un dialogante.

-Entiendo. Y Dominico, ¿en dónde está?

-Durmiendo. Hoy soy yo el protagonista. Pero siéntate, por favor, Gisela. Aquí mismo.

-Qué bien que seas el protagonista. ¿A que no sabes con quién acabo de estar?

-No. ¿Te apetece tomar algo?

-Si tienes alguna galleta de jengibre. Por favor… Gracias. Como iba a decirte, he estado con Julieta y Dulcinea. Estaban muy preocupadas.

-¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Un poco de té?...

-Por favor. Ya sabes, lo de siempre.

-Explícaselo a mi lector, que él no lo sabe.

-Perdona, lector. Es que estás tan callado que se me olvida que sigues ahí… Verás, se han encontrado Romeo y don Quijote, y como cada vez que coinciden, han vuelto a retarse en duelo porque cada uno defiende que su chica es la más guapa del mundo de los libros.

-Lo que no entiendo es porqué tienes tú esa carita de triste.

-¡Ay, es que me parece tan romántico! Qué suerte tienen las dos. Ojalá yo tuviera a alguien que se batiera en duelos por mí.

-Yo me batiré con todos los don quijotes y con todos los romeos que hagan falta si es por ti, Gisela.

-¿De verdad que harías eso por mí, Pedro?

-¡Por supuesto! Además, hoy traes el pelo muy bonito. ¿Qué te has hecho?

-¿Te gusta? Es para mi próxima historia.

-Ya me imagino. Pues sí, estás muy guapa. Además, hueles muy bien.

-Vaya, muchas gracias, Pedro. Te sienta bien ser el protagonista.

-Me parece que te están llamando. Será tu autor.

-Bueno, pues me voy. Muchas gracias por todo, Pedro.

-¿Has visto que beso más bonito me acaba de dar, lector? Todavía me aletea en la mejilla. ¿Tú crees que tengo alguna posibilidad? Ah, vale. Que tú no hablas. Pues yo pienso que está casi en el bote. Y eso de que yo sea el protagonista le ha encantado. Voy a tener que serlo más a menudo…, aunque con lectores como tú, la verdad, es que da gusto. Quizás si hablaras un poquito sería más entretenido; pero de todas maneras, ha estado muy bien. Ah, hola Dominico. ¿Ya te has levantado?

-Sí. Y vámonos, que tenemos que trabajar.

-Bueno, vete yendo. Me despediré antes de mi lector.

-Pero no tardes.

-En fin, lector; Ha sido un placer conocerte. ¿No vas a decirme ni una sola palabra? ¿Ni siquiera ahora que nos despedimos? Pues vaya. Debe de ser muy aburrido eso de solo leer y no participar... ¡Tengo una idea! Crea tu propia historia: podrías ser el narrador-protagonista ¡Imagínate qué divertido!

-¡Pedro, venga!

-¡Ya voy, Dominico! Bueno, lector, estaré rondando por esos libros que tienes en casa. Pero no me busques como Pedro Ibáñez sino como Pedro. Pedro Ibáñez soy solo contigo. Espero verte más a menudo y que me cuentes cómo va tu historia. Y recuerda: tú eres el que marca su rumbo, tu rumbo.