XX Edición
Curso 2023 - 2024
“Error 404”
Mar Graells, 16 años
Colegio La Vall (Barcelona)
Una notificación iluminó la pantalla de Elena:
Es tiempo de tu reto de escritura.
Se le dibujó una sonrisa mientras apartaba el libro. Como deseaba ser novelista, había decidido enfrentarse a un reto de escritura durante treinta días. Cada mañana tenía que entregar un pequeño relato con un argumento novedoso, en seguimiento a las pautas que marcaba una página de internet.
Aquella tarde, Elena debía escribir sobre “Relojes detenidos a las tres menos diez”. Aunque las ideas solían fluirle sin dificultad, ninguna le parecía lo suficientemente llamativa. Sus tramas más originales, a menudo quedaban archivadas en una carpeta de historias descartadas. Las guardaba como si fueran tesoros.
La noche cayó a las seis, porque era invierno. Cerró su ordenador y salió a la calle con rumbo a un centro comercial en el que había quedado con su hermana Isabel.
Un día después, a las tres de la tarde, volvió a aparecer la notificación en su teléfono, como un recuerdo de su compromiso. Elena se sentó ante su ordenador portátil, pero al intentar abrir la carpeta de Drive donde guardaba sus escritos, se desplegó ante sus ojos una ventana que proclamaba:
ERROR 404
PÁGINA NO ENCONTRADA
Por más que lo intentó, no consiguió entrar en la carpeta. Se había quedado sin acceso a sus tesoros literarios. Se sentía abrumada al saber que habían desaparecido esos pedacitos de su alma. Al pensar en tantas horas de creatividad y trabajo, se llenó de angustia. Entonces, antes de que le venciera la desesperación, fue a marcar el teléfono del técnico informático de la empresa en la que trabajaba, pero justo en ese momento le apareció una llamada entrante de un número desconocido. Elena la aceptó.
¡Qué sorpresa se llevó al enterarse de que la llamaban de El Correo, el diario más importante del País Vasco, para concertar con ella una reunión! Como sin sus carpetas no tenía nada que hacer respecto al reto, acordaron verse en media hora.
El despacho del director se encontraba en la cima del edificio. Tenía dos paredes de cristal: una hacia el pasillo, donde la secretaria era visible. La otra mostraba la ciudad desde el octavo piso. Sin embargo, lo que más le impresionó fue el interior: una pared cubierta de recortes de periódico enmarcados, que contaban hazañas de grandes héroes locales; la otra, con una estantería repleta de vinilos ordenados como si fueran libros en una biblioteca.
—Supongo que serás Elena. Soy Iñaki, el director de El Correo –le tendió la mano–. Quería hablar contigo porque esta mañana hemos recibido dos sobres. Uno traía tus trabajos literarios. Además, en él encontramos tu dirección de correo electrónico y tu número de teléfono. Hemos leído los escritos y, debo admitir, nos han impresionado –le sonrió–. Lo curioso es el otro sobre, pues iba dirigido a ti.
Iñaki le alargó la mano donde lo sostenía. Elena lo tomó sin dejar de preguntarse cómo era posible que sus trabajos se hubieran compartido sin su permiso. Le parecía irreal que el director de uno de los diarios más famosos que conocía, estuviera impactado por sus relatos. Abrió el sobre con curiosidad. En su interior había una carta escrita con pulcra caligrafía.
“Querida Elena,
Voy a contarte una breve historia sobre un hacker que un día entró en el ordenador de una muchacha que estaba en un bar.
Habitualmente este hacker robaba los datos que le interesaban, plantaba los virus que le convenían y se iba a otro lugar. Sin embargo, algo en el escritorio de esa chica le llamó la atención: una carpeta llamada “Pequeños intentos”. Movido por la curiosidad, la abrió para encontrarse con una decena de historias. Leyó cada una de ellas y se enamoró de aquella literatura.
Sí, me enamoré de tu manera de escribir, de tus personajes, de tu poesía. Me enamoraste mediante la belleza de los sentimientos con los que están redactadas dichas historias, así que decidí enviarlas al periódico más famoso de la provincia, para que compartan esta escritura llena de elegancia y encanto. Su belleza tiene que ser compartida para derretir corazones fríos como el mío, que han olvidado que existe algo más que el trabajo o el dinero.
Eso sí, para la próxima: Arriskatzen ez duenak, ez du lortze (Quien no se arriesga, no gana).
Error 404”.