IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Eurovisión

Sandra Ruiz, 15 años

                Colegio Vicaya  

Hace casi sesenta años que nació un concurso musical europeo que recibió el nombre de “Eurovisión”. Su objetivo era la unión entre todos los países del continente. Con la última Gran Guerra aún fresca, se necesitaba un motivo ocioso que ayudara a la paz. La música parecía una buena alternativa.

Sin embargo, nada queda hoy de ese original proyecto. Su formato ha sufrido varias modificaciones a lo largo del tiempo que le ha hecho perder su sentido. Algunos cambios son comprensibles, ya que afectaban al mejor desarrollo del programa. Por ejemplo, en el reglamento del concurso se estipula que la duración de cada canción no exceda los tres minutos después de que algunos países estuvieran sobre el escenario en torno a cinco. Esta medida dotó de mayor dinamismo al festival. También se prohibió la participación a menores de dieciséis años, pues en los primeros años llegaron a concursar niños de diez años.

El cambio mas significativo se concreta en la forma de elegir al ganador. Antes, un jurado de eruditos musicales, después de debatir entre ellos, tomaban su decisión a la hora de elegir al país que mejor había interpretado la canción, así como a otros once. Sin embargo, hace una década dejo de existir el jurado y es ahora el publico desde sus hogares quien vota y distribuye los puntos. Este nuevo método merma la transparencia de la votación y crea ambigüedades. Primero, porque la llamada tiene un coste que no todo el mundo esta dispuesto a pagar. En segundo lugar, el concurso ha abandonado su motivo musical para convertirse en una confrontación política, ya que los países del Este de alían para apoyarse los unos a los otros. Por si fuera poco, Eurovisión ha perdido popularidad y audiencia. No tiene nada que ver con sus inicios, cuando la expectación que creaba era la equiparable a la de una final deportiva de primer orden y sus ganadores pasaban a ocupar el olimpo de las estrellas de la música.

No me extraña que muchos países, incluido el nuestro, hayan decidido -en vez de e ir a cantar-, ir a dar el cante. Aunque, teniendo en cuenta los resultados de los últimos años, no seria extraño que cualquiera de estos candidatos poco cualificados, con una letra, música y coreografía ridícula, consiga ganar el festival. No seria la primera vez.