XVIII Edición
Curso 2021 - 2022
Familia numerosa
Laura Sánchez Jiménez, 17 años
Colegio Senara (Madrid)
–¿Familia numerosa? –preguntó la funcionaria con extrañeza, pues no sabía si había oído bien.
–Sí –le respondió él.
La mujer estampó un sello en la póliza y realizó el descuento pertinente.
Pero antes de continuar, retrocedamos...
Elena y Pablo comenzaron a salir a finales de enero de 1999, y a los seis meses anunciaron las campanadas de boda. Y aunque sus familias les recomendaron que esperasen a conocerse mejor, el quince de septiembre de 2001 sellaron su amor, que no tardó en darles su primer fruto.
Desde que se conocieron, Pablo soñaba formar una gran familia. Sin embargo, a Elena le asustaba la posibilidad de tener muchos hijos.
–Es mejor que vayamos poco a poco –le decía–. Empecemos con un par, para que pueda ir viendo cómo se me da el ser madre.
–Pero, mujer… –Pablo se reía–. Si parece que estás hablando de cachorros. Los hijos vienen siempre de uno en uno. O de dos en dos. Deja que la vida nos sorprenda.
Llegó su primer hijo al mundo, al que llamaron Jorge, como un tío paterno. A los tres se les veía felices, pues Jorge era un niño muy sano. Esa felicidad se duplicó cuando, dos años más tarde, nació una niña, Laura. Llevaban barajando nombres desde que se enteraron de que iba a ser niña, pero no había ninguno en el que se pusieran de acuerdo. De repente, Pablo tuvo una idea:
–¿Y si hacemos un concurso?
–¿Un concurso? –Elena se extrañó.
–Sí –sonrió–. Vamos a pedir a nuestros familiares y amigos que lancen propuestas. La que reciba nuestros votos, ganará.
–¿Y qué ganará?
–Eh… ¡Una cena! –decidió Pablo al instante, al tiempo que la miraba con una sonrisa.
Dos años más adelante se planteaban cómo comunicarle a Jorge que llegaba otra niña. Con el nacimiento de Laura, no había reaccionado muy bien, pues quería un chico con el que jugar. Así que se acercaron al niño y le dieron a conocer la noticia. Este se puso a llorar, pues aunque adoraba a su hermana pequeña, quería un compañero con el que jugar al fútbol. A los siete meses nació Carolina.
Jorge no tardó en entender que disponer de dos hermanas era una suerte. Pero el problema no tardó en resurgir.
–¿Otra niña? –inquirió, susceptible, a sus padres.
Con el gesto de su madre supo que había acertado. Y aunque el día del nacimiento de su tercera hermana hubo que llevarle al hospital en contra de su voluntad, nada más entrar en la habitación se limpió las lágrimas y sonrió al ver a Amelia acurrucada en la cuna.
Era habitual que Elena mirara a Pablo y le dijera:
–¿Por qué somos tan afortunados?
Pues no sólo habían sido padres en cuatro ocasiones, sino que seguían juntos, más enamorados si cabe frente a lo bueno y lo malo. Pues en eso consiste el matrimonio: en sacar lo mejor del otro en todo momento.
Una tarde Pablo llegó a casa después del trabajo. Elena le recibió con una sonrisa cómplice. ¡Volvía a estar embarazada! Unos meses más adelante, el ginecólogo le anunció el sexo del bebé.
–¡Enhorabuena! Van a tener un niño.
De camino a casa, Elena solo pensaba en la emoción que iba a llevarse Jorge cuando se enterara. Pablo, a su vez, daba vueltas a los posibles nombres.
–Sergio –determinó.
Y así fue cómo Sergio se unió a esta familia.
De este modo, diecinueve años y ocho meses después de su <<sí, quiero>>, estaban más unidos que cuando eran jóvenes. El fruto eran esos cinco hijos que no cambiarían por nada del mundo, pues aunque eran una familia humilde, estaban felices de haberla formado, seguros de que no hay nada mejor en una familia numerosa que las risas de cada mañana, los lloros, ir al parque y disfrutar al ver jugar a todos los hijos juntos, lo que no evita los momentos difíciles. Pero para eso está el amor, que pinta los días de colores vivos que alegran las tristezas.